Cuántos de nosotros, me pregunto, una vez que hemos dado con el Islam no hemos podido mirar a otro lado, porque simplemente se sentía correcto. Sospecho que muchos han tomado un camino similar al mío, algunos de forma más consciente y con más capacidad de articularlo que otros.
Me había entregado al llamado del Profeta Jesús, la paz sea con él. Durante años, asumí que el cristianismo y la Iglesia tenían el monopolio sobre Jesús, y —como podría cualquiera concluir al escuchar a sus portavoces— también una línea directa con Al-lah.
Excusé de varias maneras a la Iglesia por estar clavada en doctrinas insostenibles, motivadas filosóficamente, ya que no podía retractarse de ellas una vez las había promulgado. Aquellas creencias eran, por lo tanto, verdades eternas, según el sistema establecido: la supuesta naturaleza divina de Jesús, llamado en su momento el socio menor del Creador, totalmente humano y totalmente divino, el primero creado por la Deidad y aquel a través de quien la Deidad creó al mundo.
Jesús enseñó a sus seguidores a confiar solo en Dios para sus necesidades diarias, y para la salvación terrenal de sus opresores, si solo regresaban a la Ley de Dios. Pero la historia de Jesús sería robada por la misma institución que pondría a Jesús como el centro de su nueva religión.
¿Cómo se forjó esto? Te diré.
Un oponente ambicioso de la reforma judía —quien se convertiría más tarde en la némesis de los compañeros de Jesús, el famoso Pablo, el héroe de la saga épica de la segunda parte del Nuevo Testamento—, tras fracasar en su esfuerzo por erradicar el movimiento de reforma judía de Jesús, recurrió a tácticas subversivas, fingió una conversión (como demostraré) hacia el camino de Jesús y reescribió el mensaje de Jesús como el mayor y mejor drama de culto de misterio romano: una elevación espiritual, un escape del castigo por el pecado, y la conquista de la muerte por un acto divino de sacrificio sangriento, que se asemejaba a las sociedades secretas de Serapis y de Mitra que estaban de moda en Roma, y que compitió con ellas hasta tomar el control de todo el territorio del Imperio Romano.
No es mi intención ofender a la multitud de cristianos decentes y temerosos de Dios, quienes han sido alejados durante siglos de abrazar cualquier otra opción distinta a esta versión pasional de la Gracia de Dios, en especial las oleadas de aquellos que han vivido y muerto en su búsqueda por purificar la doctrina de la Iglesia y en su compromiso por imitar el buen ejemplo de su Profeta, Jesús, la paz sea con él.
Pero la verdad, una vez es descubierta, es un bien no negociable: Dios (Al-lah) es Uno. Ello está inconfundiblemente declarado en la historia canonizada de Jesús: “Uno de los maestros de la ley se acercó y los oyó discutiendo. Al ver lo bien que Jesús les había contestado, le preguntó: —De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante? —El más importante es: ‘Oye, Israel. El Señor nuestro Dios, el Señor es uno —contestó Jesús. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’” [Marcos 12:28-32].
Mientras la escritura cristiana afirma con claridad el Tawhid (el monoteísmo), es el Corán el que ubica este punto de partida en el número uno de prioridad para todo entendimiento de nuestro lugar en este mundo —y para nuestra guía correcta—, en el frente y en el centro, donde no puede ser perdido nunca de vista. Dice el Corán: {Vuestra divinidad es Única, no hay otra salvo Él…} [Corán 2:163].
Este concepto se repite y desarrolla cientos de veces en el Corán. En Surat Al Mu’minun (Los Creyentes), por ejemplo, hallamos la misma insistencia: {Adorad solamente a Al-lah, pues no existe otra divinidad salvo Él. ¿Es que no Le teméis?} [Corán 23:23]; {Luego [de la destrucción del pueblo de Noé], hicimos surgir nuevas generaciones. Y les enviamos un Mensajero de entre ellos [quien les dijo]: Adorad solamente a Al-lah, pues no existe otra divinidad salvo Él. ¿Es que no Le teméis?} [Corán 23:31-32]; {Al-lah no ha tenido un hijo, ni existe otra divinidad salvo Él. Si así fuera, cada divinidad acapararía su propia creación, y entonces pretenderían predominar unas sobre otras. ¡Glorificado sea Al-lah! Al-lah está por encima de lo que Le atribuyen. Él es el conocedor de lo oculto y lo manifiesto, Él está por encima de cuanto Le asocian.} [Corán 23:91-92]; {¡Exaltado sea Al-lah! El único Soberano real, no hay otra divinidad salvo Él, Señor del Trono grandioso. [Sabed que] Quien atribuye copartícipes a Al-lah carece de fundamentos válidos, y tendrá que rendir cuenta de ello ante su Señor. Ciertamente los incrédulos [el Día del Juicio] no triunfarán} [Corán 23:116-117].
¿Cuántos han venido al Islam porque se han dado cuenta de que el punto de partida de toda religión verdadera es ponerse a sí mismo de forma exclusiva y confiada en las Manos del Uno y Único Creador? Tal como Jesús enseñó.
Bienvenidos, entonces, todos aquellos que han tomado el gran proyecto “hazlo tú mismo” de descubrir la guía de Al-lah para sus propias almas.
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