La Shahada no es una varita mágica. Expectativas y realidad en el proceso de islamización

Algunas personas esperan que, al convertirse al Islam, ocurra un acto mágico que las transforme. También hay personas no musulmanas que, al saber que un conocido, pariente o amigo ha abrazado el Islam, creen que esa persona fue tocada con una varita mágica y ahora es otra persona.

Para comparar la Shahada (testimonio de fe) con una varita mágica, lo primero que debemos hacer es definir lo que vamos a comparar.

¿Qué es una varita mágica?

Es un objeto que supuestamente tiene poderes para transformar, aparecer y desaparecer cosas. Actualmente se la conoce por algunos usos típicos: hacer aparecer un conejo de un sombrero, hacer desaparecer a una dama que acaba de ser encerrada en una caja, o convertir un pañuelo en una paloma. Sin embargo, los aficionados a la saga de Harry Potter le conocen muchos más usos.

La varita mágica aparece en muchas historias, mitologías, películas, videojuegos y obras literarias, y es utilizada por los magos de espectáculo en sus funciones. En literatura se utiliza la expresión: “Fulano está tocado con la varita mágica”, para simbolizar que esa persona es especial, está bendecida, tiene muy buena suerte o posee una virtud excepcional.

En la literatura occidental, la varita mágica aparece por primera vez en la Odisea de Homero: Circe, diosa griega de la magia, convierte a los hombres de Ulises en bestias salvajes usando una vara o cayado mágico. También se cuenta que Circe convierte a su concubino en un pájaro, utilizando la vara.

Sin embargo, su aparición más antigua registrada es en el Antiguo Egipto, donde los magos eran una casta social con un poder considerable, y usaban varas mágicas para sus hechizos. El Corán nos habla de la importancia y poder de los hechiceros en la sociedad egipcia cuando relata que Moisés, la paz sea con él, se enfrentó a los magos del Faraón y los derrotó con un milagro de Dios.

En Corán 20:65-70, leemos que los magos le dijeron a Moisés: {Lanzas o lanzamos}, él les dijo que ellos primero, y cuando tiraron sus varas y cuerdas y estas se movían como serpientes, él se asustó, pero Dios le dijo: {No tengas temor, porque tú serás el vencedor}. Entonces, Moisés lanzó su cayado y este sí se convirtió realmente en una serpiente que devoró la hechicería de los magos. Esa es la diferencia entre el engaño de la magia y el poder de los milagros que Dios les otorgó a Sus profetas.

Los magos, brujos, hechiceros, pueden hacerte creer muchas cosas gracias a técnicas de ilusionismo, hipnosis, sugestión, y con la ayuda de los yinn (genios o demonios); pero la realidad es que no existe fuerza ni poder sino solo en Dios, como nos lo enseñó el Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, en varios hadices recopilados por Bujari, Múslim, Tirmidhi y Abu Dawud. Es decir, nada ocurre sin el permiso de Al‑lah, Glorificado sea, y ni siquiera un átomo se mueve sin que Al‑lah lo permita.

Es importante tener esto en cuenta, porque una varita mágica sirve para hacer magia, y la magia es un engaño. No debemos confundir los milagros otorgados por Dios a Sus profetas con los trucos que utilizan los seres humanos para llevarnos a poner nuestra confianza en otros distintos a Dios. Creer que un hechicero puede decirte el futuro o ayudarte con tus estudios o tu relación sentimental, por ejemplo, es poner tu confianza en el supuesto poder del hechicero en lugar de acudir a Dios, y eso es incredulidad (shirk). En el caso que nos narra Dios en el Corán, los hechiceros del Faraón confiaban en sus varitas mágicas, en el poder que estas tenían. En cambio, la confianza de Moisés no estaba puesta en su cayado, él no creía que fuera un cayado mágico que tuviera algún poder, él tenía puesta su confianza en Al‑lah, y fue el poder de Al-lah el que convirtió el cayado en una serpiente verdadera.

¿Y qué es la Shahada?

Todo musulmán lo sabe, pero si algún no musulmán está leyendo este artículo, la Shahada es la declaración o profesión de fe, el primer pilar del Islam. Es declarar en voz alta y con toda convicción que no existe divinidad alguna sino solo Dios, el Único Creador, Dueño y Señor de todo cuanto existe, el Único digno de ser adorado, y que Muhammad es Su siervo y Mensajero, que Dios lo bendiga y le dé paz:

لَا إِلَٰهَ إِلَّا اللّٰهُ مُحَمَّدٌ رَسُولُ اللّٰهِ

Quien pronuncia estas palabras de corazón, se hace musulmán. La Shahada es el fin de un camino y el inicio de uno totalmente nuevo, el fin de una vida sin un norte cierto y el comienzo de una vida guiada por Dios y Su Mensajero.

Dios nos dio libre albedrío, ¿y qué es el libre albedrío? Es la capacidad de decidir entre si quieres vivir como Dios manda o como a ti te parece. Cuando una persona hace la Shahada, hace un compromiso con Dios de que, de ahí en adelante, se esforzará por vivir como Dios manda, porque esa fue su decisión libre e informada. Nadie puede ser obligado a creer, una Shahada hecha bajo coacción no tiene validez, como nos dice Dios en Corán 2:256: {No se puede forzar a nadie a creer}.

Entonces, la Shahada es un punto de quiebre y forma parte de un proceso: nadie llega a hacer la Shahada de manera completamente repentina, sino que encuentra en la Shahada el final de una búsqueda y el comienzo de un camino que anhelaba. Cuánto tiempo le toma a alguien llevar un proceso hasta tomar la decisión libre de abrazar el Islam, y cuánto seguir el proceso desde que se hace musulmán hasta que es un verdadero creyente, depende de cada persona.

Y si lo vemos como un único proceso de transformación, desde que la persona comienza a buscar a Dios con sinceridad hasta que la creencia verdadera penetra en lo profundo de su corazón, es natural que haya un área gris, cuyo tamaño depende de cada persona. En esa área gris, el nuevo musulmán ya no lleva la vida que solía llevar, pero todavía no lleva una vida islámica. Cree en el Islam, pero todavía su fe no se ve reflejada en cada aspecto de su vida. Muchos musulmanes cargan con un lastre de vicios o de supercherías durante algún tiempo, antes de lograr liberarse de esas cosas gracias al aprendizaje y la puesta en práctica del Islam, es decir, gracias a un proceso de islamización.

¿Qué es islamización?

Islamizarse significa abrazar el Islam, aceptar la fe islámica y hacerse musulmán. Esto ocurre cuando una persona afirma que solo hay un Único Dios (Al‑lah), que Al‑lah envió una serie de profetas −entre ellos Noé, Abraham, Moisés, Salomón, David, Juan el Bautista y Jesús, la paz sea con todos ellos−, y que Muhammad fue el último de los profetas.

Cuando uno hace la Shahada se islamiza, es decir, se somete a Al-lah, Glorificado sea, se compromete a aceptar Su voluntad y a vivir como Él ordena y como Su Profeta Muhammad nos enseñó. Pero Dios nos dice que, de eso a ser un verdadero creyente, hay un trecho; es decir, hace falta seguir un camino, continuar un proceso, para pasar de ser un islamizado a un creyente. Esto lo vemos en Corán 49:14, donde Al‑lah le ordena al Profeta que les diga a los beduinos que afirman ser creyentes: {Diles: Todavía no son verdaderos creyentes. Mejor digan que se han islamizado, pues la fe no ha ingresado completamente en sus corazones}.

El gran erudito islámico Ibn Kazir, en su exégesis (Tafsir) del Corán nos explica que esta aleya fue revelada en relación a unos beduinos que afirmaban ser verdaderos creyentes. Analizando esta aleya junto con algunos hadices (ahádiz) y con opiniones de eruditos musulmanes, Ibn Kazir concluye que estos beduinos no eran hipócritas, eran musulmanes, pero aún no habían alcanzado la realidad de la fe. Es decir, aquí Dios nos dice que una cosa es ser musulmán y otra ser un verdadero creyente.

En el Islam, la fe (imán) se compone de tres partes: 1) Creer de corazón (‘itiqad); hay cristianos y judíos que tienen ‘itiqad, y hay musulmanes que creen que el ‘itiqad es suficiente, que lo importante es creer de corazón y tener buenas intenciones, pero esto es solo una parte de la fe. 2) Afirmar dicha creencia con la lengua (qaul), por eso se requiere decir la Shahada en voz alta para ingresar al Islam, y repetimos la Shahada a diario en nuestras oraciones. Hablar del Islam e invitar al Islam (dawa) son también formas de qaul. 3) obrar en consecuencia (ámal). Ámal son las obras. En el Islam no hay separación entre creencia (‘aqida) y obra; las obras son parte de la fe, por lo tanto, no tiene imán (fe) quien no demuestra su creencia con sus actos.

Eso significa que una cosa es hacerse musulmán (islamizarse, abrazar el Islam) y otra cosa es volverse un creyente, pues esto último implica practicar el Islam y para ello se necesita conocimiento. Obviamente, hay que tener algún conocimiento del Islam para abrazarlo. Para que la Shahada sea válida, la persona debe creer en los seis pilares del Imán y en los cinco pilares del Islam, pero puede que solo los conozca superficialmente y no sepa nada más, o que tenga dudas sobre ciertas cosas. Luego de decir su Shahada, la persona debe buscar el conocimiento de su nueva religión, y a medida que aprende, debe ir poniendo en práctica eso que aprende. Esto implica un proceso, que varía de persona en persona.

¿Qué quiero decir con “proceso de islamización”?

La revelación es una muestra de gradualidad. Los primeros 10 años no hubo legislación. Durante esa primera década del Islam, Dios le reveló a la humanidad lo concerniente a la ‘aqida. Luego comenzó a revelar las normas y leyes que rigen la vida de los musulmanes. Esto es algo muy importante, porque es la metodología de la enseñanza islámica. Lo primero es aprender la creencia correcta y tener claros los pilares de la fe. Mientras se profundiza en ello, aprender y poner en práctica los 5 pilares del Islam: profesión de fe (Shahada), oración (Salá), azaque o caridad obligatoria (Zaká), ayuno de ramadán (Saum) y la peregrinación mayor (Hayy); principalmente, establecer la oración. Luego, aprender cosas más profundas en cuanto a la ‘aqida, y más detalles sobre la forma de poner en práctica el Islam, por ejemplo, cómo tratar a los padres, cómo realizar la Salá en ciertas circunstancias especiales, o cómo afecta el parto y la lactancia al ayuno.

Hay tres dimensiones del Islam: 1) el Islam, que es aceptar los 6 pilares de la fe y poner en práctica los 5 pilares del Islam; 2) el Imán, que es tener la convicción profunda, en mente y corazón, en los 6 pilares de la fe, y manifestar esa creencia en la práctica cotidiana; y 3) el Ihsán, que es vivir a cada segundo como si estuvieras viendo a Al-lah, con la certeza de que, aunque no Lo ves, Él sí te ve todo el tiempo.

Una persona con Ihsán es una persona completamente consecuente, pues todo lo que piensa, hace, dice y cree conforma un conjunto coherente: dice lo que piensa, hace lo que dice, y piensa, hace y dice según lo que cree, y esa creencia profunda que se manifiesta en todo su actuar es la creencia islámica (al aquídat ul islamia), fundamentada en los seis pilares de la fe (arkán il imán): Creer en Dios, en Sus ángeles, en Sus profetas, en Sus libros revelados, en el Más Allá y el Día del Juicio, y en el Decreto Divino.

Hay un camino, un proceso, desde el momento en que se dice la Shahada, hasta el momento en que se logra ser un musulmán consecuente. Todo musulmán, hombre y mujer, debe buscar continuamente el conocimiento y debe ponerlo en práctica. La primera orden que Dios nos dio, y que fue la primera palabra revelada del Corán, fue: iqra (lee). Está en imperativo, es una orden. Lee o recita lo que se te ha revelado, no dejes de buscar el conocimiento y de aprender del Corán, y hazlo en el Nombre de tu Señor (Corán 96:1); es decir, no debes aprender por aprender, buscar cualquier conocimiento sin un norte, sino que el Islam debe ser tu guía y la complacencia de Dios tu objetivo.

El Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dijo que la búsqueda del conocimiento es una obligación para todo musulmán, hombre o mujer. Eso está en un hadiz recopilado por Tirmidhi. Lo primero que debe aprender un musulmán es el fundamento de la creencia islámica, los aspectos obligatorios de la adoración, y lo que es lícito e ilícito en sus actividades cotidianas. Estas cosas son lo mínimo que debe saber todo musulmán. Pero no debemos limitarnos a ellas, pues a mayor conocimiento y mayor práctica de ese conocimiento, más fortaleceremos nuestra fe. El Imán no es algo estático, aumenta con las buenas obras y disminuye con las malas, y se fortalece con el conocimiento apropiado, de modo que no podemos descuidar nuestra fe ni dejar de alimentarla y fortalecerla.

El Islam es un océano de conocimiento, toda una vida no alcanza para agotarlo, por eso, nunca dejaremos de aprender de él.

Entonces, ¿por qué la Shahada no es una “varita mágica”?

Bien, ahora sí, unamos todo lo anterior. Una varita mágica, decíamos, es un objeto que supuestamente tiene poderes para transformar, aparecer y desaparecer cosas, y la Shahada es la declaración de fe y la puerta de ingreso al Islam. Algunas personas piensan que la Shahada desaparece mágicamente todos sus vicios, sus debilidades, sus malas costumbres. Pero el asunto no es así, y aquí hay que hacer una aclaración.

Dios le ordenó al Profeta Muhammad que les informara a los incrédulos que, si abrazaban el Islam, todo lo que habían hecho antes les seria perdonado: {Diles a los que se niegan a creer que si desisten [y abrazan el Islam] les será perdonado cuanto cometieron en el pasado} [Corán 8:38].

También, está registrado en un hadiz recopilado por Múslim, que el Profeta Muhammad dijo: “El Islam anula todo lo que hubo antes de él”. Y hay otro hadiz en Múslim que dice lo mismo de manera más amplia.

Esto significa que la Shahada hecha con sinceridad borra todos nuestros pecados anteriores, o más exactamente, que cuando hacemos la Shahada con sinceridad para aceptar y abrazar el Islam, Dios nos perdona todos los errores que cometimos cuando no éramos musulmanes. Quien se hace musulmán, abrazando el Islam de corazón, al momento de hacer su Shahada queda como un recién nacido, y su misión es comenzar a llenar el registro de sus obras, que ahora está en blanco, con buenas obras.

Pero una cosa es que Dios, en Su Gran Misericordia, nos perdone todas nuestras faltas cuando nos islamizamos, y otra cosa es creer que algo o alguien baja del cielo, como una varita mágica, nos toca y ¡zas!, ¡kabum!, ¡zambomba! Listo, ya eres otra persona, libre de todo aquello que te ataba en tu vida anterior. No, como ya les dije, la magia es un engaño.

La fe no es algo que nos caiga del cielo. Al-lah, Glorificado sea, nos ha guiado al Islam, Él nos ha regalado Su guía y nos ha mostrado el camino de la verdad, y aparte de eso, nos ha hecho borrón y cuenta nueva para que comencemos a transitar ese camino recto a partir de cero. ¿No es suficiente eso?. No podemos esperar que Dios lo haga todo por nosotros, mientras vamos en coche. No, tenemos que trabajar, estudiar, esforzarnos, comprometernos con Dios y con Su Profeta, no podemos ser negligentes ni mediocres.

Al-lah nos dice en Corán 28:56: {Dios guía a quien Él quiere}.

Esta aleya le fue revelada al Profeta Muhammad en relación a su tío Abu Tálib, a quien invitó durante años al Islam, incluso en su lecho de muerte le pidió que hiciera la Shahada, pero su tío murió siendo pagano. Así que Al‑lah le reveló esta aleya donde nos dice que nadie, ni aún el Profeta, puede guiar a alguien al Islam, ni siquiera a sus seres más amados. Es Él, Glorificado sea, Quien pone el Islam en el corazón de una persona.

Entonces, el Islam es un regalo de Dios, y cuando hacemos la Shahada, lo que estamos haciendo es aceptando ese regalo que Dios nos ofrece, aunque no lo merezcamos. Este regalo, este don inmerecido, implica una responsabilidad. Dios nos dice en Corán 2:152: {Recuérdenme que Yo los recordaré; agradézcanme y no sean ingratos}.

La forma de recordar y agradecer a Dios es poniendo en práctica el regalo que nos ha dado, el Islam.

El Islam es una forma de vida holística, pensada para el individuo y para la sociedad, un sistema social, económico, político, religioso, moral, ético y ambientalista completo que desarrolló la gran civilización islámica, que fue la luz del mundo durante un milenio. Toda la medicina medieval europea se alimentó de la medicina islámica, el Renacimiento y la Ilustración fueron posibles gracias al conocimiento recopilado y desarrollado por los musulmanes, y todavía hoy muchos de los adelantos tecnológicos que disfrutamos tienen sus orígenes en inventos musulmanes que cambiaron el curso de la historia. En la sociedad islámica medieval, los judíos tuvieron el máximo desarrollo de su cultura, fue su época dorada. Los cristianos no católicos que eran expulsados de Europa junto con los judíos y los gitanos, hallaron refugio en tierras del Islam, donde podían practicar libremente su religión. Todo esto fue posible al poner en práctica el Islam. Es decir, el Islam es una forma de vida que beneficia no solo a los musulmanes, sino también a los no musulmanes. En la medida en que nos esforcemos por poner en práctica el Islam, no solo estaremos fortaleciendo nuestra fe, nuestra conexión directa con Dios, sino que también estaremos beneficiando a quienes están a nuestro alrededor, y esa es la mejor forma de dawa (invitación al Islam) que existe.

Pero poner en práctica el Islam no es algo que ocurra mágicamente de la noche a la mañana. Y aquí retomamos el tema: Para poder poner en práctica esa forma de vida holística y beneficiarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno con ella, tenemos que esforzarnos por estudiarla, entenderla y llevarla a la práctica en cada aspecto de nuestra existencia. Tenemos que luchar por pasar del Islam al Imán y por alcanzar el Ihsán, con la ayuda de Al-lah, Glorificado sea. Eso requiere dedicación, constancia, compromiso, valor, continuidad, perseverancia, virtudes que el Islam nos ayuda a desarrollar y que nos mejoran como personas y mejoran nuestras sociedades.

Entonces, no podemos esperar que algo o alguien venga y nos toque con su “varita mágica”, transformándonos en personas nuevas. Al-lah nos da la oportunidad de convertirnos nosotros mismos en personas nuevas; y para eso nos da Su guía, nos pone en el camino recto, nos perdona todas nuestras faltas y nos acompaña en nuestro transitar. Y aparte de eso, nos envió a Su Mensajero Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, de quien tenemos el registro biográfico más completo, detallado y autenticado que exista de persona alguna en la historia, y cuya vida nos sirve de ejemplo a seguir. Pero somos nosotros los que tenemos que luchar contra nuestros vicios, falsas creencias, malas costumbres y hábitos, y con todo aquello que cargamos de nuestra vida pasada, para dejarlo atrás y forjarnos como personas de fe, como verdaderos creyentes. La ventaja es que, si somos sinceros en nuestro esfuerzo, Al-lah nos ayudará, nos facilitará las cosas, y siempre podemos acudir a Él en busca de ayuda y guía. De hecho, todos los días en nuestras oraciones repetimos: {Solo a Ti te adoramos y solo de Ti imploramos ayuda. ¡Guíanos por el camino recto!} [Corán 1:5-6)].

Si la Shahada no nos transforma mágicamente, ¿qué podemos esperar de nosotros mismos al hacernos musulmanes?

Para el Islam, la responsabilidad es esencial al ser humano, ya que Dios nos creó y nos dio libre albedrío, es decir, la capacidad de decidir. La libertad de tomar decisiones conlleva responsabilidad, es decir, debido a que decidimos, somos responsables de las decisiones que tomamos. Ser responsables significa que tenemos que rendir cuentas por lo que hacemos, y eso es algo que Dios nos dice en repetidas ocasiones en el Corán, por ejemplo: {De Dios provenimos, y a Él retornaremos [para que nos juzgue por nuestras acciones]} [Corán 2:156]; {Y ante Él compareceremos [para que nos juzgue por nuestras acciones]} [Corán 5:18].

Por ello, debemos responsabilizarnos por nuestras acciones y nuestras palabras, siendo conscientes de que todo lo que hacemos y decimos tiene consecuencias en esta vida y en la otra, y rendiremos cuentas ante Dios por todo ello. Eso es lo primero que debemos esperar de nosotros mismos al islamizarnos.

No podemos esperar que nuestros vicios y malos hábitos desaparezcan mágicamente al hacer la Shahada. Tampoco podemos esperar que, de la noche a la mañana, nos caiga el cielo todo el conocimiento sobre lo lícito y lo ilícito, y que lo pongamos en práctica así, sin más. Lo que sí podemos esperar de nosotros mismos, y que debe ser nuestro compromiso, es un esfuerzo continuado, decidido, por hacer el bien, prohibir el mal y alejarnos de todo lo malo. Una batalla diaria, permanente, sin fisuras, por abandonar nuestros vicios y cambiarlos por buenas obras; por dejar nuestros malos modales y cambiarlos por los modales que nos enseñó el Profeta; por alejarnos de los ambientes y personas que nos incitan a volver a nuestras prácticas pasadas, y acercarnos a los creyentes. Esa lucha nunca acaba, es lo que se denomina yihad in nafs: el esfuerzo permanente por dejar atrás los egos, bajos instintos, vicios, malos hábitos, creencias erróneas, y por obedecer a Al‑lah y a Su Profeta.

Hiciste la Shahada. La Shahada no es una varita mágica que te toca y te convierte en un santo; pero te da la oportunidad y las herramientas para llegar a ser una persona muy cercana a Dios.

¿Qué es lo más difícil del “proceso de islamización”?

Eso depende de cada quien. Para algunos lo más difícil es dejar el alcohol, para otros dejar las mujeres, para otros acostumbrarse a rezar cinco veces al día. Para algunas personas, lo difícil es todo lo anterior más otras 50 cosas aún más difíciles que esas. Nadie ha dicho que sea fácil. Sin embargo, con la ayuda de Dios y con nuestro compromiso y nuestro esfuerzo, podemos llegar a ser verdaderos creyentes. No es algo imposible, porque Dios no nos pide imposibles, Él ha diseñado el Islam como la forma de vida ideal para el ser humano, y envió profetas que eran seres humanos para que nos demostraran, con su ejemplo de vida, que un humano sí puede vivir como Dios ordena.

Lo importante es que la misericordia (rahma) de Al‑lah no sea excusa para nuestra negligencia. Es decir, Al‑lah no te exige que te vuelvas un creyente verdadero en un tiempo determinado, digamos una semana, un mes o un año. Pero sí que, a tu propio ritmo, lo hagas en el menor tiempo que te sea posible. Es decir, el hecho de que no tengas un tiempo límite, no te excusa de hacer tu mejor esfuerzo para lograrlo con prontitud.