Ellos te aman incluso desde antes de nacer, te trajeron a este mundo, te enseñaron a hablar, a caminar y a alimentarte, y te dieron las herramientas necesarias para vivir. Te protegieron de cualquier tipo de peligro poniéndose ellos mismos en peligro. Te ayudaron a crecer para que te conviertas en el adulto capaz que eres. Y una vez te convertiste en adulto capaz, volaste fuera del nido, dejando a dos viejos y quebrantados seres abismarse hacia su propia muerte.
En un estudio realizado en doce ciudades de la India, se encontró que “cuatro de cada diez adultos mayores han sufrido de abuso verbal, tres sufrían de abandono y un tercio de ellos de falta de respeto. Uno de cada cinco soporta dicho abuso a diario, un tercio en promedio una vez a la semana y una quinta parte una vez al mes” (Mander).
¿Quiénes son estos abusadores? “Seis de diez reportan que es la nuera y un número casi igual reporta al hijo como las principales fuentes de abuso contra ellos. Sólo el 7% de las hijas son abusivas con sus padres, y no los son los nietos” (Ibid.).
Pero el abuso no se limita al tercer mundo, y no se limita al abuso verbal o emocional. Las estadísticas dicen que cada año aproximadamente cuatro millones de americanos adultos mayores caen víctimas de abuso, y esto es sin contar los casos que no se reportan. Aunque algunos de estos ocurren en instituciones, la mayoría ocurren en casa (APA).
El abuso incluye abuso verbal, emocional o psicológico, aislamiento forzoso, explotación financiera, negligencia, abuso físico como bofetadas o empujones, abuso sexual o incluso, en circunstancias extremas, la eutanasia.
¿De dónde viene este amplio porcentaje de gente en el mundo que abusa de sus padres o familiares adultos mayores? No se trata una tribu salvaje viviendo en la selva amazónica o en los picos de los montes del Himalaya, no se trata de campesinos iletrados en algún país subdesarrollado y, lo que es más increíble, no son sólo no-musulmanes. Son gente que quizá cada país, cada clase social, cada género, cada rango de edad, y cada religión, tiene. Y lo que más asusta, es que podrías ser tú o yo.
Puede ser un hombre muy encantador que se gana el corazón de todos a su alrededor y es conocido por ser amable, dócil y considerado. Puede ser una bella mujer que sea muy atenta y a quien todos sus amigos recurren cuando están en dificultades. Puede ser un musulmán aparentemente muy piadoso a quien todo el mundo admira por su religiosidad. Puede ser un buscador de conocimiento que aprende el Tasfir del Corán y se levanta a hacer Qiyam durante la noche, pero que de algún modo pareciera haberse saltado el aya: {Tu Señor ha ordenado que no adoren sino a Él y que honren a sus padres. Si uno de ellos o ambos llegan a la vejez, no sean insolentes con ellos, ni siquiera les digan “¡uf!”. Háblenles siempre con bondad} [Corán 17:23].
Hay muchos niveles de abuso, y este puede tomar distintas formas. Algunos hijos simplemente ignoran las necesidades de sus padres cuando están viejos y enfermos y los dejan solos para que se hagan cargo como puedan de sí mismos. Otros llegan a gritarles por su torpeza, los insultan, o se sienten avergonzados de ellos. Otros cometen el crimen de atacarlos físicamente… He visto de todo.
Pero sin importar de qué tipo de abuso se trata, o de su nivel de intensidad, si somos culpables de abuso, estamos contribuyendo a un problema colectivo. Todo se deriva de la misma enfermedad en su raíz, y estamos empeorando esta condición al estar infectados con esta enfermedad así sea en su grado más mínimo. Es un mal social colectivo.
¿Por qué?
¿Por qué gente sana y responsable, gente como tú o como yo, demuestran respeto hacia todas las demás personas, pero son exactamente lo opuesto cuando se trata de sus padres? ¿Cómo rendimos cuentas por esta doble personalidad?
Para comenzar, seamos científicos y no jueces, veamos la situación desde una perspectiva objetiva y no emocional.
Podrían existir varias razones por las cuales los padres son abusados por sus hijos:
1. Estrés por tener que cuidarlos: Cuando los padres envejecen, suele ser muy difícil cuidar de ellos. Sus actitudes cambian. Su comportamiento se parece cada vez más a la de niños pequeños, haciendo preguntas innecesarias, haciendo cosas que no deberían y viceversa, mojando sus camas, negándose a comer y poniendo todo tipo de problemas. Además, la edad suele traer consigo varios tipos de enfermedades, como las del corazón, deficiencia de los riñones, problemas en la vista y problemas psicológicos como amnesia o Alzheimer. Además del gasto monetario que suponen estas enfermedades por lo general incurables, es difícil cuidar a los pacientes que las padecen, especialmente si no se sabe nada sobre enfermería. Según la Sociedad Americana de Psicología (APA por sus siglas en inglés), “el estrés generado por tener que cuidar y asistir es un factor de riesgo para el abuso y la negligencia. Cuando las demandas de la vida diaria de una persona mayor recaen en individuos que no han tenido la preparación o la información necesarias para balancear las necesidades de la persona mayor con las propias, suelen con frecuencia experimentar gran frustración y rabia que puede conducir hacia un rango de comportamientos abusivos”.
2. Problemas personales de quien está a cargo del cuidado: Cuando la persona en sí está enferma, sea mental o físicamente, es obviamente difícil cuidar de otra persona. Cuando se atraviesa por una depresión, se agrede a los demás sin intención. Se hace difícil incluso alimentarse, entonces qué decir de alimentar a otros. En dicha circunstancia, puede parecer que se es grosero o se falte el respeto intencionalmente a los padres, y la gente puede con razón juzgar y reprobar esto.
3. Un historial de violencia en la familia: Un niño suele imitar el comportamiento de sus padres. Si un padre es alcohólico o abusivo, hay posibilidades de que el niño se convierta en lo mismo. También, si fuiste abusado por tus padres cuando eras niño, puede que quieras tomar venganza cuando seas lo suficientemente mayor. “Si ha habido un historial de violencia en la familia, un hijo adulto puede tomar la oportunidad de ‘voltear las cartas’ abusando a un padre al quitarle alimento o medicándolo en exceso” (APA).
4. Ajustes en el estilo de vida: Si tu madre o padre pasan a vivir contigo y tu cónyuge, esto significa cambios significativos en el estilo de vida, y no hay escapatoria a no ser que alguien cuide y asista al padre en cuestión. Tu esposa deberá cocinar platos especiales apropiados para diabéticos o enfermos del corazón, tú necesitarás dejar la oficina de cuando en cuando para llevarlo a control médico, etc., etc. No es fácil.
5. Falta de motivación: Admitámoslo, de las razones estipuladas anteriormente, prácticamente cada una de ellas está presente si la persona de la que cuidamos es más bien nuestro hijo que nuestro padre o madre. Los niños también nos molestan e incrementan nuestros niveles de estrés de varias maneras, son más propensos a enfermedades que los adultos, y quien cuida puede tener un historial de interacciones violentas en la familia que pueden afectar su relación con el niño. Pero todas estas cosas ¿nos impiden cuidar de nuestros hijos? ¿Todo esto nos hace abandonar a nuestros hijos, ser negligentes con ellos, abusarlos? Esto ocurre en ocasiones, pero no con la misma frecuencia como ocurre con nuestros padres ancianos. ¿Por qué? Esta es mi hipótesis: Desde una perspectiva mundana, no tenemos nada que ganar de nuestros padres mayores y todo que ganar de nuestros hijos que aún son niños. Nuestros hijos son nuestra esperanza. Les dimos la vida, nutrimos sus pequeños cuerpecitos para que crecieran y se convirtieran en seres humanos plenamente desarrollados. En el proceso, nos apegamos a ellos más que a nadie, creemos en ellos, les damos la mejor educación, y esperamos que cuiden de nosotros cuando sea su turno. Nuestros hijos son nuestra inversión para el futuro, nuestro fondo de pensiones.
¿Y qué es un padre? Una persona que cada año se hace más vieja, una persona que se ha convertido en una carga financiera para nosotros, gastamos en su sustento, pagamos su arriendo, su medicina, y todo ¿para qué? Si de todos modos van a morir pronto, ¿verdad? ¿Por qué gastar tanto en ellos? ¿Cuál es el objetivo de gastar tanto en una persona moribunda? Nos van a dejar su patrimonio de todas formas, aunque no cuidemos de ellos, ¿no es así?
Cuando olvidamos los aspectos espirituales de ser buenos con nuestros padres, es posible que no nos quede ninguna motivación para cumplir con nuestras obligaciones.
El problema central aquí es, entonces, el pensamiento materialista.
Una actitud de gratitud
¿Cómo combatimos el materialismo? Inyectando la medicina salvadora del Corán en nuestras vidas. El Corán nos enseña lo que es importante y por qué. Pone las cosas en perspectiva, recordándonos que este mundo no es el objetivo, que el punto hacia el que debemos enfocarnos y por el que nos debemos esforzar está mucho más allá de esta corta vida sobre la Tierra.
También nos enseña específicamente sobre nuestros padres, lo que significan para nosotros y lo que debemos hacer por ellos: {Tu Señor ha ordenado que no adoren sino a Él y que honren a sus padres. Si uno de ellos o ambos llegan a la vejez, no sean insolentes con ellos, ni siquiera les digan “¡uf!”. Háblenles siempre con bondad. Trátenlos con humildad y compasión, y rueguen [por ellos] diciendo: “¡Oh Señor Mío! Ten misericordia de ellos como ellos la tuvieron conmigo cuando me criaron siendo niño”. Su Señor es Quien mejor conoce lo que hay en sus corazones. Si son piadosos, sepan que Él perdona a los que se arrepienten} [Corán 17:23-25].
El erudito Nouman Alí Khan explica la belleza de la metáfora en la aleya anterior en lengua árabe, donde la expresión “trátenlos con humildad” se lee “bajen sus alas con humildad”, y cómo esto está en relación con el resto del párrafo: Al-lah está diciendo: “Cuando sus padres les digan algo, o ustedes están en presencia de ellos, Yo sé que ahora ustedes tienen alas, pero manténgalas cerradas. No es necesario desplegarlas demasiado, ni elevarlas (en presencia de ellos)”.
No hay necesidad de recordar a tus padres “ya no soy un niño, ¿ves? Ahora soy un adulto. No puedes hablarme así. Esos días han quedado atrás”. Hablar así de hecho significa: “Mira, ahora tengo alas, ¿ves? Puedo elevarlas si así lo deseo”.
Al-lah está diciendo: “Sé bien que puedes elevar tus alas. Simplemente mantenlas cerradas cuando hables con tus padres. Mantenlas cerradas como si ellos fuesen frágiles, y bájalas como si no tuvieras alas en absoluto”.
Recuerda el ciclo de la vida: tienes o tendrás tus propios hijos, piensa en tu relación con tus padres en los mismos términos que en la que tienes con tus hijos. Alguna vez estuviste en la posición de tu hijo, desamparado y necesitado de ayuda, y tus padres estuvieron en tu posición; y en el futuro, quizá tú termines en los zapatos de tus padres y tu hijo en los tuyos.
El Profeta dijo alguna vez: “Que sea humillado hasta [convertirse] en polvo, que sea humillado hasta [convertirse] en polvo”. Le fue preguntado a quién se refería. Dijo: “Aquel que ve a uno de sus padres o a ambos en su vejez, pero que no entra en el Paraíso” (Muslim).
El Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) también estableció un vínculo entre los padres y la entrada en el Paraíso en otros hadices: “Un padre es la mejor de las puertas al Yanna, entonces si lo desean, mantengan la puerta o piérdanla” (Tirmidhi e Ibn Mayah).
Un día, un compañero dijo al Profeta: “¡Oh, Mensajero de Al-lah! Quiero ir y combatir (en Yihad) y he venido a pedir tu consejo”. Dijo: “¿Tienes madre?”, respondió: “Sí”. “Entonces quédate con ella pues el Paraíso yace a sus pies” (Nasai).
Por lo tanto, ser malo con los padres es uno de los peores pecados, nombrado justo después del shirk (asociar copartícipes con Al-lah):
Le fue preguntado al Profeta sobre los grandes pecados y dijo: “Son: (1) Asociar a otros en adoración con Al-lah; (2) faltar a los deberes con los padres; (3) matar a una persona (que Al-lah ha prohibido que se mate, es decir, cometer el crimen de homicidio); y (4) dar falso testimonio” (Bujari).
¿Qué significa ser bueno con los padres? Hasan Ayoob explica en su libro, citando a Zad Al Mad, que “ser diligentes con los padres incluye proveerlos con el dinero que necesitan, así como ayudarlos a vivir una mejor vida” (318).
Pero comprendamos esto, ¡no es sólo otro buen acto que podemos hacer para ganar recompensa! Es nuestra obligación el cuidar de nuestros padres. Y cuando les damos el dinero que necesitan, no estamos haciendo caridad para con ellos, les estamos dando su debido derecho. Al igual que con nuestros hijos y esposa, nuestros padres tienen un derecho sobre nuestros bienes y nuestro tiempo.
Entonces, en vez de sentirnos demasiado impresionados con nosotros mismos por ser tan buenos, deberíamos verlo como una deuda que les debemos por todo lo que hicieron por nosotros.
Un día, Abdul-lah Ibn Omar vio a un yemenita girando alrededor de la Kaba mientras llevaba a su madre en su espalda, recitando poesía. El hombre entonces preguntó: “Ibn Omar, ¿crees que he saldado mi cuenta con ella?” Ibn Omar respondió: “No, ni siquiera por un solo gemido [por el dolor del parto]” (Al Adab Al Mufrad).
Mi profesor de biología nos dijo cierta vez: “Sólo comprendí lo que mi madre sufrió al darme a luz cuando vi a mi esposa sufriendo al dar a luz a nuestro hijo”.
Aunque quedemos exhaustos haciendo el bien nuestros padres, nunca podremos saldar completamente nuestras deudas para con ellos. Si podemos adoptar esta actitud cuando nos relacionemos y lidiemos con ellos, si les hacemos el bien por gratitud “puesto que me criaron cuando era pequeño”, entonces ser severo con ellos se verá como un crimen abominable.
Puntos de acción
1. Cuidar de tu propia salud
Necesitas estar en buen estado físico antes de poder cuidar efectivamente de los demás. Debes estar atento a tus propios problemas físicos y psicológicos. Invierte cierto dinero en curarte a ti mismo, ve donde algún profesional, toma medicinas, aliméntate bien y haz ejercicio. Cuidar de ti mismo te preparará para ser un hijo responsable para con tus padres.
2. Emplea ayuda y comparte responsabilidades
Si las responsabilidades son demasiado abrumadoras, recuerda que no tienes por qué hacerlo solo, pide a tus hermanos que compartan el trabajo o emplea una enfermera o a algún profesional de la salud para aligerar un poco el peso de tus hombros. Hacer esto generará que compartas la responsabilidad, haciéndolas más llevaderas e incluso agradables.
3. Crea un lazo fuerte con tus padres
Si la imagen de tus padres es la de dos viejos iguales a cualquiera otros dos viejos en el mundo, cuidar de ellos será como una carga sin ninguna recompensa inmediata; pero si te conectas con tus padres como amigo, compartes sus ideas y su vida cotidiana, juegas y ríes con ellos, entonces el lazo creado será en sí una recompensa.
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