El imam Ibn Al Jawzi relató una historia poderosa que espero nos lleve directo al propósito de este artículo:
Un hombre de los Israelitas era muy dado a la adoración y las oraciones. Una noche, durante las oraciones, pensó en sus pecados y se preguntó: “¡Oh, mi Señor! ¡Cuántos son los pecados que he cometido y, sin embargo, jamás me has castigado!”. Al-lah le respondió: “¡Oh, siervo Mío! ¡Cuánto te castigo, pero simplemente no lo sabes!”.
¿Cómo nos castiga Al-lah sin que lo sepamos? Piensa en todas nuestras oraciones y actos de adoración que perdemos por distracciones, todos los momentos en que estamos deprimidos, ansiosos y miserables, algunas veces sin ninguna razón. Piensa en toda la gente a nuestro alrededor que nos lastima o nos tiene aversión sin que, aparentemente, hayamos hecho nada malo, o en todos nuestros pequeños problemas que pesan como una montaña sobre nuestros pechos. Más importante aún, piensa en todo el tiempo en que nuestros corazones se separan de la luz y el amor de Al-lah, tanto que incluso nos olvidamos de la dicha que estamos perdiendo. ¿Qué castigo podría ser peor, qué duelo podría ser más agonizante?
Depresión, ansiedad, malicia y otras dolencias del alma, son una epidemia en nuestra sociedad actual, y no menos entre los musulmanes. En realidad, son el resultado de la privación en que están nuestros corazones del amor y el conocimiento de Al-lah, y un castigo para quienes descuidan la raíz de esa privación, así como un llamado de atención para quienes se percatan.
La clave de la autoevaluación
Espero que no leas este artículo como uno más, sino como uno que afectará profundamente tu alma, porque aborda un tema que es la preocupación fundamental de todo musulmán y, de hecho, de todo ser humano: nuestra búsqueda incesante de la felicidad. Al principio, esto suena engañosamente simple. La felicidad, por supuesto, es lo que todos queremos; pero la pregunta es: ¿Qué es la felicidad? ¿Qué tipo de felicidad? Y más importante: ¿Cómo obtenerla?
Muy a menudo, confundimos lo que realmente queremos con la gratificación instantánea de nuestros sentidos, solo para darnos que estamos equivocados. Tomemos por ejemplo las claves que nuestra cultura de consumismo y materialismo (la cultura dominante del mundo en la actualidad) nos da sobre la naturaleza de la felicidad. Al pasar por las estanterías en el supermercado, vemos en productos como tarros de helado, barras de chocolate y otros, eslóganes como “tu pasaporte al cielo”, “placer prohibido”, “cede a la tentación de tus sentidos”, etcétera. Independientemente de la permisibilidad de dichos productos o de sus eslóganes, uno no puede evitar sentir una sensación profunda de engaño ante la conexión implícita entre mimar los sentidos y la promesa de la dicha máxima.
Pero incluso para aquellos que desconocen las realidades espirituales, lo engañoso de tales conexiones se hace obvio cuando reconocen el costo de las calorías dañinas y los químicos artificiales ocultos tras la gratificación sensual, que causan enfermedades incurables como obesidad, diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares y muchas otras. La gente que ama solo la satisfacción y el placer material en esta vida, a menudo se encuentra comiendo alimentos sin grasa, sin calorías y sin carbohidratos que, francamente, apenas si son un poco mejores que los alimentos que comen sus mascotas. Incluso ellos mismos reconocen que, a menos que haya regulación, la gratificación a corto plazo puede llevar a dolor y daño al cuerpo a largo plazo.
Pero, si la gratificación de nuestros sentidos, por sí sola, no nos hace felices, entonces, ¿qué lo hace? ¿Qué tipo de felicidad es duradera, por un lado, y por el otro complace no solo nuestros sentidos, sino también nuestro ser interior, y no trae arrepentimiento ni daño a su paso?
Estamos divididos interiormente entre esa parte nuestra que quiere gratificación instantánea y la que quiere verdadera felicidad final, un término más apropiado para lo que sería “bienaventuranza”. Pero si lo que realmente queremos es felicidad, ¿por qué nos vemos, tan a menudo, cayendo en la gratificación a corto plazo?
El secreto es captar la naturaleza de las fuerzas en conflicto en nuestro interior, que nos llevan a desear cosas distintas. Un conocimiento profundo de uno mismo es el primer paso hacia la verdadera felicidad.
La guerra interior: El nafs versus el qalb
Somos propensos al engaño y la confusión en nuestra búsqueda de felicidad, a menos que reconozcamos que tenemos dentro dos fuerzas buscando dos clases distintas de “felicidad”.
Nuestro Creador Misericordioso nos dice que el nafs humano (el yo, el ego) tiene un aspecto engañoso: {El alma suele ordenar el mal, y sólo están a salvo de ello aquellos a quienes mi Señor los protege} [Corán 12:53].
En otras ocasiones, el Corán también asocia la palabra nafs con la codicia y las bajas pasiones:
- {… El alma es propensa a la avaricia} [Corán 4:128].
- {Sepan que quienes luchen contra su propia avaricia serán los triunfadores} [Corán 64:16].
Otro aspecto del nafs es mencionado también en el Corán, cuando Al-lah toma un juramento por an-nafs al lawama (el yo culpable), es decir, ese yo interior que culpa a un alma por sus pecados. Pero, a menudo, cuando la palabra nafs es utilizada en el Corán por sí misma, se refiere al yo inferior que busca el placer mundano a corto plazo, como se ve en las anteriores aleyas.
Por otro lado, está el qalb, el corazón. Se dice que el qalb es ese aspecto de nosotros que busca la felicidad y la paz supremas, y no las encuentra sino solo en el recuerdo de Al-lah: {Los corazones de los creyentes se sosiegan con el recuerdo de Dios} [Corán 13:28].
En esta aleya, la palabra utilizada para la felicidad de los corazones es itminán, que significa satisfacción, paz y alegría, en una palabra, tranquilidad.
Por otro lado, algunos eruditos de las ciencias islámicas utilizan el término ruh para referirse a lo que aquí es denominado qalb. (Hablaré más sobre el ruh en la tercera parte de este artículo.) Elegimos usar qalb, pues en el Corán la palabra ruh se utiliza para significar distintas cosas, como el ángel Gabriel o el simbólico aliento divino, pero jamás para referirse al aspecto moral del ser humano, para lo cual el Corán utiliza la palabra qalb.
Por ejemplo, Al-lah dice en el Corán:
Solo un corazón sano, uno que ha logrado su anhelo natural por Al-lah, prosperará eternamente: El día en que de nada servirán las riquezas ni los hijos, y solo estará a salvo quien tenga el corazón puro. [Sura Los poetas, 26:88-89]
- Acerca de su amado siervo Abraham, dice Al-lah: {Abraham era de los que lo siguieron [a Noé en su fe monoteísta], cuando invocó a su Señor con un corazón puro} [Corán 37:84].
- El Paraíso será preparado para aquellos que {…tienen temor del Compasivo en privado, y se presentan con un corazón obediente [ante Él]} [Corán 50:33].
- El mensaje verdadero solo puede ser recibido y entendido por aquellos que tienen un corazón vivo, cuyo corazón no ha sido sellado ni aniquilado por su vanidad y su nafs rebelde: {En esto hay un motivo de reflexión para quienes tienen uso de razón y prestan oído con una mente consciente} [Corán 50:37].
- Si uno ama a Al-lah, Al-lah guía su corazón y lo llena con amor y conocimiento divinos: {Quien crea en Dios, Él guiará su corazón [y comprenderá que todo es parte del gran designio de Dios]} [Corán 64:11].
- El Mensajero de Al-lah (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) también solía utilizar el término qalb para referirse del sentido moral del ser humano, que es la fuente de todo bien y todo mal. Un hadiz reconocido dice: “…En el cuerpo hay un trozo de carne que, si está sano, todo el cuerpo estará sano; y si está corrupto, todo el cuerpo estará corrupto. Ese es el corazón” (Bujari, Múslim, Ibnu Máyah).
En consecuencia, la parte del alma que ordena el mal se ha denominado aquí como nafs; mientras que la parte que anhela tranquilidad buscando y recordando a Al-lah, ha sido denominada qalb.
Es verdad que los términos nafs (yo, ego) y qalb (corazón) a veces son utilizados de manera intercambiable en el Corán. Sin embargo, cada vez que se utilizan estos dos términos de manera absoluta sin calificación, el nafs se refiere a ese aspecto en nosotros que busca la gratificación instantánea y que es el anfitrión de la avaricia y otros vicios, mientras que el qalb se refiere a esa parte de nuestra alma que busca solo a Al-lah, y no puede estar en paz sino cuando Al-lah lo llena con conocimiento y amor.
El qalb es donde residen las emociones, sentimientos y motivaciones. Por su propia naturaleza, anhela estar lleno de fe y de certeza en Al-lah, con Su amor y temor, con altas aspiraciones y motivaciones piadosas, y con misericordia, justicia y bondad hacia los demás seres humanos. Así como nuestro cuerpo se enferma si se alimenta con cosas podridas o una dieta dañina o desequilibrada, el corazón se enferma cuando se llena con dudas o incredulidad en Al-lah, o con enfermedades morales como celos, odio, malicia, lujuria, maldad, depresión y cobardía.
Continúa en la segunda parte…
Buenas tardes, actualmente estoy interno en un hospital de salud publico en Guaranda-Ecuador, me he sentido como Morrie, pero gracias a Dios se que a traves de estos buenos medicos me sanaran, y gracias a sus comentarios salir adelante ya q he aprendido q mis emociones buenas tengo q alimentarlas mas y si son malas pues dejarlas fluir como el agua, q todo lo malo se vaya no retenerlas y asi saldre bien librado de toda adversidad; cuando me siento, bueno cuando he sentido como lo q ha sentido Morrie, me ayuda mucho beber agua si es tibia mejor porq me mejora toda angustia del pecho, gracias de corazon por sus textos me hace reflexionar mucho y me ha dado ganas de vivir de sanar y eso hare, pondre de mi parte y con la ayuda de mi Dios, de buenos doctores de corazon y de ustedes q se preocupan de cada ser asi no nos conozcan seamos unos extranos o no, pero nos ayudan y mucho en lo personal recien leo sus textos y me han ayudado de corazon les agradezco, sigan adelante exitos, un abrazo y muchas Bendiciones amigos: Atte. Daniel R. Proano T.
Nos alegra saber que nuestros artículos y demás material le están beneficiando. Le pedimos a Dios que le de fortaleza y que le ayude a superar su enfermedad.