El mejor Ramadán en el peor de los momentos

A medida que el COVID-19 comenzó a extender sus tentáculos por todo Estados Unidos el pasado febrero, comenzamos a tener un pequeño indicio de una posible perturbación en nuestras vidas diarias. Al vivir aquí en Dallas, Texas, cerca del Centro Islámico de East Plano (EPIC), nuestras vidas se han centrado principalmente en la mezquita y sus actividades. Nuestra mezquita es una de las más grandes y activas del área metropolitana de Dallas-Fort Worth, y como miembros comprometidos de la comunidad, mi familia y yo también hemos participado en actividades comunitarias semanales. La primera vez que nos percatamos de que este virus podría tener un efecto directo sobre nosotros fue durante una Jutba de viernes en febrero, cuando el Shaij Yasir Qadhi le advirtió a la comunidad que siguiera las órdenes estatales en caso de que no pudiéramos tener el YumuahÉl enfatizó las decisiones islámicas de seguir la ley en estas situaciones, mientras citaba varios ejemplos de situaciones similares en la historia. 

A medida que escuchaba el sermón, recuerdo que miré alrededor el área llena de mujeres y me pregunté cómo se sentiría cada persona escuchando esa Jutba. No asistir al Yumuah era inaudito, la sola idea era desconcertante. Ese día creo que cada uno de nosotros probablemente sintió esa incomodidad y luego se encogió de hombros, porque no había precedente para tal situación, ni siquiera entre nuestros padres y abuelos. Con seguridad, no llegaríamos a eso. 

Pero, menos de ocho semanas después de esa Jutba, nos preparamos para un Ramadán en aislamiento. Hubo un dolor genuino dentro de mi comunidad cuando lidiamos con un Ramadán sin nuestras oraciones de Tarawihsin los Quiyamssin las clases de Corán, sin los Iftars comunitarios, sin las sonrisas y abrazos alegres de las hermanas, en medio de la felicidad por estar bendecidas con este mes sagrado. Las noticias fuera de nuestros hogares eran sombrías. El COVID-19 estaba arrasando el país, dejando miles de muertos y muchos más sufrimientos. Estábamos aislados en nuestras casas en el mes más sagrado de todos. Fue un comienzo difícil para un mes que esperamos durante todo el año. Los medios sociales se inundaron de musulmanes lamentándose por la pérdida del culto comunitario y por un Ramadán desafiante. 

Como madre de 4, mi reto más grande fue elevar mis propias emociones a fin de traer algo de festividad a mi hogar. Estaba luchando con muchas cosas. Mi trabajo había girado completamente hacia la virtualidad, así que estaba ocupada dando clases en línea y tratando de mantener una perspectiva positiva para mis estudiantes, mientras que trataba simultáneamente de mantener optimista a mi familia sobre el mes que venía. Fue abrumador, pero lentamente seguí avanzando en preparar comidas, establecer una rutina con la familia para el Suhur, el Tarawihy el estudio del CoránY luego llegó la noche auspiciosa en que salimos de nuestras casas a buscar el primer indicio de la Luna en el cielo oscuro. No pudimos encontrar la Luna por nuestra propia cuenta, pero Ramadán había llegado. 

Esa noche, mi hijo dirigió la oración del Tarawih hombro a hombro con mi esposo, mientras mis tres hijas y yo estábamos detrás de ellos. Hubo una calma que descendió sobre mis tensos hombros durante ese rezo de TarawihEra la Sakina de Ramadán. Me envolvió como el cálido abrazo de una madre, y después de semanas de inquietud e incertidumbre, finalmente estaba relajada. Esa misma noche nos sentamos juntos en familia a ver al Sh. Yasir Qadhi comenzar su breve Tafsir del Corán en el canal de YouTube de nuestra mezquitaAl día siguiente era Yumuah, y como familia nos reunimos ante el televisor para ver la Jutba virtual dada en una mezquita vacía. Fue un momento desgarrador y lloré varias veces durante la Jutba, como lo debieron hacer todos aquellos corazones atados a nuestra hermosa mezquita que la observaban vacía. Pero este fue un llanto catártico. Fue edificante, porque estaba acercando mi corazón a Allah, Glorificado y Exaltado seaYa no era un llanto desesperado, sino un anhelo de esa cercanía y esa conexión con Allah, Glorificado y Exaltado sea, que el hecho de estar en la mezquita me facilitaba. 

En un par de días nuestras vidas se asentaron, y de repente hubo bendiciones y alegrías inesperadas a cada paso del día. Las oraciones congregacionales dentro de mi casa me permitieron experimentar la dulzura de la Salah en la mezquita. Los Iftar y Suhur diarios en casa han sido preparados juntos en familia y cada uno de nosotros contribuye en algo sobre la mesa. El Tafsir en vivo del Corán del Sh. Yasir Qadhi en YouTube se hizo parte de la nueva rutina, mientras todos nos sentamos con nuestros tés y cafés a escucharlo. No hay el ajetreo y bullicio de los Ramadán anteriores, ya que no nos apresuramos a salir ni a tratar de atender las obligaciones de la familia y los amigos. El mundo exterior continúa siendo devastado por la pandemia, pero estamos protegidos dentro de nuestros hogares y rodeados de las bendiciones de Ramadán. 

A medida que llegamos a la mitad de este mes sagrado, tengo que dar un paso atrás y reflexionar sobre cómo me sentí al llegar a este mes y el estado de mi corazón ahora. Hay una paz, estabilidad y alegría nuevas en este Ramadán, que no había experimentado antes. El esfuerzo ya no es por nada externo, sino que ahora se enfoca en el interior. Mi adoración es ahora totalmente entre Al-lahGlorificado y Exaltado sea, y yo. Y mi familia es ahora la comunidad a la que tengo que sonreír, abrazar, servir y apreciar. En un hadiz de Sahih Muslim, Abu Hurairah y Abu Said, que Al-lah esté complacido con ambos, reportaron que el Mensajero de Allah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Allahel Exaltado y Majestuoso, diceEl ayuno (es exclusivamentepara Mí y Yo daré su recompensa. Hay dos (momentos) de alegría para quien observa el ayuno. Siente alegría cuando rompe el ayuno, y es feliz cuando se encuentra con AllahGlorificado y Exaltado sea. Por Allah, en Cuyas manos está la vida de Muhammad, el aliento del ayunante es más dulce para Allah que la fragancia del almizcle. 

AllahGlorificado y Exaltado sea, dice que ayunar es un acto exclusivamente para Él y que Él será Quien otorgue la recompensa por dicho acto. Esto es algo que hemos escuchado desde hace mucho tiempo, pero solo en este Ramadán lo he llegado a interiorizar. Así como mi ayuno es solo para Al-lah, mi adoración debe ser también solo para Él; y en este Ramadán, Al-lah, Glorificado y Exaltado sea, retiró todolos apoyos que iba a utilizar para impulsar mi propio Imán. Tuve que reflexionar y ver el estado de mi alma en su forma cruda, sin influencias externas y sin distracciones, y me di cuenta de que mi mayor distracción era mi fe. El esfuerzo (Yihad) tiene que ser interno, y en cuanto comencé a esforzarme por impulsar mi propio Imán, crear mi propia comunidad, construir mi propia mezquita, me di cuenta de que, Alhamdu lil-laheste Ramadán se estaba convirtiendo en el mejor de mi vida.