Yihad como defensa: La teoría de la guerra justa en el Corán y la Sunnah (parte 1 de 4)

Por Justin Parrott

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso

La teoría internacional de la guerra justa se cristalizó después de la Segunda Guerra Mundial con la firma de la Carta de las Naciones Unidas en 1945 y las subsiguientes Convenciones de Ginebra de 1949. El artículo 2 de la Carta declara: “Todos los miembros resolverán sus disputas internacionales por medios pacíficos, de manera que la paz, la seguridad y la justicia internacionales no estén en peligro”.

Este artículo consagra un concepto de ius ad bellum (“guerra justa”), o el principio de guerra como último recurso, es decir, que todos los medios no violentos de resolución de conflictos deben ser agotados antes de que los estados entren en guerra unos contra otros. Sin embargo, la Carta no niega el derecho de los estados a defenderse de los ataques, como declara en su artículo 51: “Nada en la presente Carta perjudicará el derecho inherente a la autodefensa individual o colectiva si se produce un ataque armado contra un miembro de las Naciones Unidas, hasta que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales”.

La Carta originalmente fue ratificada en 1945 por varios estados de mayoría musulmana, incluyendo a Egipto, Arabia Saudita, Irak, Siria y Turquía. Otros estados musulmanes los siguieron hasta llegar a un total de 57 estados miembros de mayoría musulmana que se unieron para formar la Organización de Cooperación Islámica (OIC por sus siglas en inglés, Organisation of Islamic Cooperation), afiliada a las Naciones Unidas, en 1969. Los miembros de la OIC hicieron el pacto de “comprometerse con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”, parte de lo cual es la adhesión a la teoría de la guerra justa en los conflictos internacionales.

La ratificación de la Carta fue un hito en la historia de la humanidad, al establecer reglas de guerra basadas en valores humanitarios comunes a casi todas las religiones y filosofías. En ese momento, los estados de mayoría musulmana y sus poblaciones no vieron ningún conflicto entre los principios de la Carta y los conceptos tradicionales de Yihad, el equivalente islámico de la teoría de la guerra justa.

Sin embargo, la visión del Islam en algunas partes de Occidente no logró establecer esa conexión importante entre el Islam tradicional y los valores modernos. Sobre la base de siglos de prejuicios, algunos académicos orientalistas en Occidente describieron el Islam como una religión ideológica inherentemente expansionista y agresiva que rechaza los principios de la guerra como último recurso y de la libertad religiosa. Esta percepción errónea se ve agravada por los extremistas de la actualidad, que repiten los mismos argumentos escriturales y legales que los orientalistas. El resultado es que los musulmanes comunes que viven en sociedades occidentales son considerados miembros extranjeros y peligrosos de un movimiento político subversivo transnacional. Esos estereotipos negativos han llevado a crímenes es odio, discriminación autorizada por gobiernos y militarismo.

Por el contrario, los textos básicos del Islam, el Corán y la Sunnah, expresan los principios del ius ad bellum de múltiples maneras. Nuestro análisis demostrará, si Dios quiere, que estos principios clave fueron establecidos por el propio Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) y han seguido siendo la opinión mayoritaria de los juristas a lo largo de la historia islámica hasta el presente.

La guerra justa en el Corán y la Sunnah

El Profeta Muhammad recibió sus primeras revelaciones en La Meca y predicó pacíficamente el mensaje del Islam a los mecanos durante trece años, hasta que el nivel intolerable de persecución los condujo a él y a sus seguidores a huir a la ciudad cercana de Yazrib (luego conocida como Medina). A pesar de emigrar fuera de La Meca, los mecanos, encabezados por la aristocracia de Quraish, juraron exterminar a la naciente comunidad religiosa.

Dentro de este contexto, se revelaron las primeras aleyas que mencionaron la guerra: {Se les ha permitido [combatir a los creyentes] que son atacados porque son víctimas de una injusticia. Dios tiene el poder para socorrerlos. Ellos fueron expulsados injustamente de sus hogares solo por haber dicho: “Nuestro Señor es Dios”. Si Dios no se hubiera servido de algunas personas [creyentes] para combatir a otros [incrédulos], se habrían destruido monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas, en donde se recuerda frecuentemente el nombre de Dios. Dios socorre a quien se esfuerza denodadamente por Su religión. Dios es Fuerte, Poderoso}.

Según el exégeta clásico Al Qurṭubii (muerto en 1273), esta fue la primera aleya en ser revelada acerca de la guerra. Esta aleya establece el derecho inherente de los individuos y las naciones a defenderse a sí mismos. Además, la mención de “monasterios, iglesias, sinagogas” indica que el derecho a la autodefensa es universal y se extiende a todas las religiones y filosofías además del Islam. El propósito de la guerra legal es repeler la agresión y proteger los derechos humanos, no exterminar a otras religiones.

Otra aleya revelada al principio de la fase en Medina refuerza este principio: {Y combatan por la causa de Dios a quienes los agredan, pero no se excedan, porque Dios no ama a los agresores}.

Algunas de las primeras autoridades consideraron que esta fue la primera aleya que fue revelada acerca de la guerra. En ambas aleyas, la guerra se limita a la defensa de la comunidad. La frase “no se excedan” o “no transgredan” (wa la ta’tadu) abarca ius ad bellum así como ius in bello (“justicia durante la guerra”), que es la ley de la guerra que protege a los civiles y a los que no son combatientes.

Abdul-lah Ibn ‘Abbas (muerto en 687), primo del Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) y una de las primeras autoridades en la exégesis coránica, interpretó esta aleya como una prohibición de la agresión contra todas las categorías de personas pacíficas: {No mates a mujeres, niños, ancianos ni a nadie que venga a ti en son de paz restringiendo su mano [de luchar], pues si lo hicieras, ciertamente habrías transgredido}.

Omar Abdul Azīz (muerto en 720), el califa omeya, interpretó las clases protegidas de personas de manera consistente con lo que hoy llamamos “civiles”: “[No transgredan] con respecto a las mujeres, niños, y a cualquiera que no esté librando una guerra contra ti entre ellos”.

El exégeta clásico Al Bayḍawi (muerto en 1286) consideró el inicio de las hostilidades, entre otras faltas, como una forma de transgresión prohibida: “[No transgredan] significa no iniciar la lucha ni luchar contra aquellos protegidos por un tratado de paz, ni luchar contra quienes jamás recibieron la llamada al Islam, ni cometer mutilación ni matar a quien esté prohibido matar”.

El Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él), en diversas narraciones, declaró que entre los peores pecadores están los que inician hostilidades: “En verdad, la persona más tirana ante Dios el Exaltado es aquella que mata a quienes no la combatieron.

Además, el Profeta prohibió que los musulmanes desearan luchar contra el enemigo: “No desees encontrarte con el enemigo [en la batalla]; pero si te encuentras con él, sé paciente”.

A diferencia de otros textos que prohíben la agresión, esta enseñanza profética va más allá del nivel del corazón: a un musulmán no se le permite siquiera esperar represalias violentas contra el enemigo.

En este sentido, el Profeta describió al líder del ejército musulmán como un “escudo” y no como una espada: “En verdad, el líder solo es un escudo detrás de quien luchan y él los protege. Si él ordena el temor de Dios y la justicia, entonces tendrá una recompensa. Si ordena algo más, ello será contra él”.

Esta imagen defensiva es una forma simbólica de transmitir a los musulmanes el papel adecuado de un ejército organizado en el Islam. La Yihad es principalmente un medio de defensa, no de conquista.

Continúa en la siguiente parte (2 de 4)…