Yihad como defensa: La teoría de la guerra justa en el Corán y la Sunnah (parte 2 de 4)

Por Justin Parrott

Una pregunta clave en la teoría de la guerra justa es el tema del casus belli: ¿Qué provocaciones determinan si la guerra es una respuesta adecuada?

Según el jurista clásico Ibn Taimiah (muerto en 1328), la yihad es una respuesta a la agresión militar y no simplemente a la diferencia religiosa. No hay evidencia en los textos fuente del Islam que permita a los musulmanes atacar o matar civiles, ni invadir naciones pacíficas. Afirma que esta era la opinión de la mayoría de los eruditos musulmanes: “En cuanto al opresor que no combate, no hay textos en los que Dios ordene que sea combatido. Más bien, los incrédulos solo son combatidos si hacen la guerra, como es practicado por la mayoría de los eruditos y es evidente en el Libro y en la Sunnah”.

De hecho, una aleya posterior a 2:190 deja en claro que la guerra en el Islam es solo una reacción a una provocación violenta. Si los agresores renuncian a su lucha, entonces no hay causa justa para la guerra: {Combátanlos hasta que cese la opresión y puedan adorar tranquilamente a Dios [sin temer persecución]; pero si ellos cesan de combatir, que no haya más hostilidades, excepto contra los agresores} [Corán 2:193].

Según Ibn Ḥayar Al HaItami (muerto en 1566), los eruditos como Az-Zamakhshari (muerto en 1144) consideraron la obligación de la yihad como un medio para este fin, y no como un fin en sí misma. Si el Islam y los musulmanes pueden protegerse sin recurrir a la guerra, se da preferencia a la vía pacífica.

En la práctica, los primeros musulmanes no atacaron a sus vecinos pacíficos. Un ejemplo de ello son las relaciones amistosas que los musulmanes tenían con Abisinia (en la actual Etiopía). Antes de la migración a Medina, algunos musulmanes recibieron asilo en Abisinia. Su generosidad no pasó desapercibida. Como resultado, el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) animó a los musulmanes a mantener relaciones pacíficas con ellos, y esta práctica se mantuvo: “Deja a los abisinios en paz mientras ellos te dejen en paz, y deja a los turcos en paz mientras ellos te dejen en paz”.

El jurista clásico Ibn Rushd (muerto en 1198), conocido en Occidente como Averroes, reportó que los habitantes de Medina jamás atacaron a los abisinios ni a los turcos: “Se le preguntó a Malik sobre la autenticidad de esta tradición. Él no la conocía, pero dijo: La gente continúa evitando atacarlos”.

Varias aleyas expresan la paz como un valor fundamental en el Islam. En una aleya, la palabra “paz” se utiliza como sinónimo de Islam: {¡Oh, creyentes! Entréguense por completo a Dios [silm] y no sigan los pasos del demonio, porque él es su enemigo declarado”} [Corán 2:208].

Muchas de las primeras autoridades interpretaron silm en esta aleya como el Islam mismo. El traductor Abdel Halim señala que silm también significa paz. En otras palabras, Islam literalmente significa un estado de paz.

La paz es, en sí misma, uno de los atributos de Dios. El Profeta mismo instruyó a los musulmanes que pidieran paz después de cada oración: “¡Oh, Dios! Tú eres paz y de Ti proviene la paz. Bendito eres, el Majestuoso y Generoso” (Muslim).

De hecho, el primer sermón del Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) al llegar a Medina exhortó a los musulmanes a difundir la paz, tal como lo relató Abdullah Ibn Salam (muerto en 630): “Llegué con la gente a verlo, y cuando vi el rostro del Mensajero de Dios, me di cuenta de que su rostro no era el de un mentiroso. Lo primero que dijo el Profeta fue esto: ‘Gente, propaguen la paz, alimenten a los hambrientos y recen en la noche mientras las personas duermen, y entrarán al Paraíso en paz’” (Tirmidhi).

Otras aleyas instruyen a los musulmanes a aceptar las ofrendas de paz de sus enemigos. Si el enemigo ofrece términos de paz, entonces no hay justificación legal para las hostilidades: {Salvo a quienes busquen asilo en un pueblo con el que tengan un pacto [de no agresión], o con aquellos que están apesadumbrados por tener que combatirlos o combatir a su propia gente. [A ellos no los combatan porque] si Dios hubiera querido, les habría otorgado valor de combatir contra ustedes. Si ellos los dejan tranquilos y no los combaten y proponen la paz, sepan que Dios no los autoriza a agredirlos} [Corán 4:90].

Y en otra aleya: {Si [los incrédulos] se inclinan por la paz, acéptala tú también y encomiéndate a Dios. Él todo lo oye, todo lo sabe} [Corán 8:61].

El Profeta instruyó a Ali Ibn Abi Ṭalib (muerto en 661), quien luego se convertiría en el cuarto de los Califas Justos, a que buscara resoluciones pacíficas para los conflictos, siempre que fuera posible: “Después de mí habrá conflictos o problemas, así que, si puedes terminarlos en paz, hazlo” (Musnad Aḥmad).

Ammar Ibn Yasir (muerto en 657), uno de los compañeros del Profeta, consideró que el mensaje de la paz mundial era parte integral de la fe islámica: “Quien tenga estas tres cualidades habrá completado su fe: equidad para con los demás, ofrecer paz al mundo, y gastar en caridad aun siendo pobre” (Sahih Al Bujari).

En otras palabras, la fe del Islam se basa en la justicia, la paz y la caridad.

Aquellos que se imaginan un Islam agresivo y expansionista son incapaces de explicar convincentemente estos textos. La respuesta estándar es recurrir a la doctrina de la abrogación (naskh) en la que se afirma que las “aleyas de la espada” cancelan todo lo que hemos citado hasta el momento. Muchos juristas clásicos rechazan esta visión, incluyendo a Abu Ya’far An-Naḥḥas (muerto en 949), Ibn Al Yawzi (muerto en 1201), y As-Suiuti (muerto en 1505).

Según Ibn Rushd, solo una minoría de juristas clásicos apeló a la derogación para justificar su opinión de que la paz con los no musulmanes estaba prohibida a menos que los musulmanes fueran demasiado débiles para luchar. En contraste, la mayoría sostuvo que las aleyas pacíficas restringían las aleyas de guerra: “Quienes sostuvieron el permiso de hacer una tregua [ṣulḥ] cuando el Imam vio un interés (de los musulmanes) en ello, fueron Malik, Ash-Shafi’i y Abu Ḥanifa… Quienes sostuvieron que la aleya que implica paz ha restringido [mukhaṣṣaṣah] la otra, dijeron que la tregua está permitida si el Imam la considera apropiada. Ellos apoyaron esta interpretación en el acto del Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) en este caso, pues la paz en el año de Al Ḥudaibiah no se basó en la necesidad”.

Los defensores de la abrogación se refieren a aleyas aisladas en Surat At-Tawbah, una de las últimas suras completas que fueron reveladas, estableciendo el tono para las relaciones entre musulmanes y no musulmanes. Sin embargo, un análisis crítico y contextual de esta sura demuestra que los principios de guerra justa en las aleyas anteriores continuaron siendo practicados.

El “versículo de la espada” más citado, ordena a los musulmanes a luchar, en defensa propia, contra los enemigos que habitualmente rompían sus tratados de paz: {Cuando hayan pasado los meses sagrados, maten a esos idólatras dondequiera que los encuentren, captúrenlos, sítienlos y acéchenlos en todo lugar. Pero si se arrepienten [y aceptan el Islam], cumplen con la oración prescrita y pagan el Zakat, déjenlos en paz. Dios es Absolvedor, Misericordioso} [Corán 9:5].

La frase “mátenlos, sítienlos” es citada a menudo sola, sin hacer referencia a las aleyas circundantes o incluso a la segunda parte de esta misma aleya, que enfatiza la misericordia de Dios. Sin embargo, la conversión al Islam no es la razón de que fuera dada esta orden. La aleya siguiente ofrece asilo y paso seguro a cualquier enemigo que lo haya solicitado, independientemente de si aceptó el Islam o no: {Si alguno de los idólatras te pidiera protección, dale asilo para que así recapacite y escuche la Palabra de Dios, luego [si no reflexiona] ayúdalo a alcanzar un lugar seguro. Esto es porque son gente que no sabe} [Corán 9:6].

Además, el pasaje que sigue inmediatamente establece el contexto en el que se justifica la orden de luchar: {¿Cómo podrían Dios y Su Mensajero tener un pacto con los idólatras [siendo que ellos no dudaron en combatirlos]? Pero si aquellos con quienes ustedes pactaron anteriormente junto a la Mezquita Sagrada [en La Meca] cumplen lo pactado, cúmplanlo ustedes también. Dios ama a los piadosos [que respetan los pactos].¿Cómo [podría tenerse un pacto con ellos siendo que] si obtuvieran una victoria sobre ustedes no tendrían compasión ni respetarían lazo familiar? Quieren agradarlos con sus palabras, pero sus corazones los rechazan. La mayoría de ellos son perversos. Han cambiado los signos de Dios por un precio vil y apartan a la gente del sendero de Dios. ¡Qué pésimo es lo que hacen! No respetan pacto ni compromiso con los creyentes. Ellos son los transgresores. Pero si se arrepienten, cumplen con la oración prescrita y pagan el Zakat, entonces [perdónenlos y sepan que ahora] son sus hermanos en la religión. Así es como explico detalladamente los preceptos a quienes los comprenden. Si quebrantan sus juramentos después de haber celebrado un pacto y se burlan de su religión, combatan a los líderes de la incredulidad, pues ellos no respetan los pactos. Quizás así dejen de agredirlos. ¿Acaso no combatirían a quienes faltan a sus juramentos y planearon expulsar al Mensajero, y fueron ellos los que comenzaron primero [con la agresión]? ¿Acaso les temen? Sepan que Dios es más digno de que Le teman, si es que son creyentes} [Corán 9:7-13].

Se observa que la parte ofensora no respetó los tratados de paz ni el sentido tradicional del honor árabe. Solo ignorando este contexto mayor, los defensores de la abrogación pueden sostener su opinión. Abdul Halim señala las fallas en dicha interpretación: “La cláusula principal de la frase ‘maten a esos idólatras’ es señalada por algunos no musulmanes como representación de la actitud islámica hacia la guerra. Incluso algunos musulmanes adoptan este punto de vista, y alegan que esta aleya abrogó muchas otras aleyas, entre ellas ‘una vez establecida la diferencia entre la guía correcta y el desvío no se puede forzar a nadie a creer’ ¨[2:256], e incluso, según un extremista solitario, la frase ‘Dios es Absolvedor, Misericordioso’ en 9:5”.

Esta interpretación exagerada aísla y descontextualiza una pequeña parte de una oración y de un pasaje que da muchas razones para la orden de combatir a dichos politeístas: ellos continuamente rompían sus tratados y acuerdos, y ayudaban a otros en contra de los musulmanes, comenzaban las hostilidades contra los musulmanes, prohibían que otros se convirtieran en musulmanes, los expulsaban de la Mezquita Sagrada, e incluso de sus propios hogares. El pasaje menciona al menos ocho veces las malas acciones de estas personas contra los musulmanes.

Además, de acuerdo con la restricción de la guerra en otras partes del Corán, el contexto inmediato de esta “aleya de la espada” exime a los politeístas que no rompan sus acuerdos y mantengan la paz con los musulmanes. Ordena que aquellos enemigos que busquen seguridad sean protegidos y llevados al lugar seguro que buscan. El contexto completo de la aleya 9:5, con todas sus restricciones, es ignorado por quienes simplemente aíslan una parte de una oración para construir sobre ella su teoría de la violencia en el Islam.

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