El inimitable Corán
La naturaleza inimitable del Corán continúa siendo la prueba más convincente de que Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, fue sin duda el último Profeta de Dios. Él, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “No hubo jamás profeta al que no se le hubiera otorgado señales que hicieran que la gente creyera en él, pero lo que se me ha otorgado de forma única es una revelación que Al-lah me ha inspirado, y por ello espero tener la mayor cantidad de seguidores de entre todos los profetas en el Día de la Resurrección” (Bujari). Esto no significa que él, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, no haya tenido otras señales, como el realizar milagros físicos, así como no significa que los profetas anteriores no recibieran revelación. Más bien, lo que se entiende aquí es que el Corán sería excepcionalmente efectivo en guiar a la gente hacia la fe a lo largo del tiempo. No debería sorprendernos que un milagro viviente permanente, que puede ser experimentado de primera mano por las generaciones sucesivas, supere un evento milagroso presenciado por un grupo limitado de personas en un momento dado de la historia. Sin embargo, lo que sorprende a muchos es cómo una “mera obra literaria” podría calificarse como de otro mundo en sus orígenes.
El Corán se presenta a sí mismo como la palabra literal de Dios [9:16] y afirma que jamás se producirá nada similar a él [17:88]. Esta inimitabilidad es multidimensional, y hemos elegido cuatro de esas dimensiones para este artículo al abordad “explicaciones alternativas” planteadas por algunos críticos en sus intentos de negar los orígenes divinos del Corán.
Dimensiones de inimitabilidad
- Una obra maestra literaria
Ya sea que consultemos a las máximas autoridades del idioma árabe en los primeros tiempos de Arabia o a sus principales expertos entre los académicos de la actualidad, hay consenso en cuanto a la singularidad literaria del Corán. El profesor Martin Zammit, autor de Estudio léxico comparativo del árabe coránico, dice: “A pesar de la excelencia literaria de algunos de los largos poemas preislámicos… el Corán está, sin duda alguna, en un nivel propio único, como la manifestación más eminente jamás escrita en lengua árabe”[1].
Durante la época del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, los árabes eran personas que valoraban el idioma casi tanto como la vida misma[2]. Antes del Islam, ellos llamaban a los no árabes con la expresión despectiva ájam (literalmente: los silenciosos o sin palabras), lo que implica que los demás no estaban igualmente vivos o eran deficientes, ya que no podían articularse con la misma lucidez y emotividad. Para ilustrar aún más el paradigma “idioma = vida” al que se aferraban, el poeta del siglo XI, Ibn Rashiq (fallecido en 463 H.) dijo: “Cada vez que un poeta surgía en una tribu árabe, las demás tribus iban a felicitarlo, se preparaban fiestas, las mujeres se unían a tocar el laúd como lo hacían en las bodas, y viejos y jóvenes se regocijaban de las buenas noticias, porque eso era un escudo para su honor, una defensa de sus linajes y una inmortalización de sus triunfos. Los árabes solían felicitarse unos a otros solo con ocasión del nacimiento de un hijo y del surgimiento de un poeta entre ellos”[3].
Tales festividades eran de esperarse, ya que la “vieja poesía árabe es un fenómeno altamente complejo. El vocabulario, las idiosincrasias gramaticales y las normas estrictas fueron transmitidas de generación en generación, y solo los estudiantes más dotados llegaban a dominar por completo el idioma. Una persona tenía que estudiar durante años, incluso décadas, con un poeta maestro antes de reclamar el título de poeta”[4]. Todos los demás eran validados por lo que retenían en sus memorias de esas odas y discursos que capturaron la historia, la moral y la sabiduría de esa civilización del desierto, que por lo demás era primitiva.
Ese era el contexto histórico en el que fue revelado el Corán. Este descendió en medio de un pueblo que se hallaba en el pináculo de la expresión retórica. Prácticamente de la noche a la mañana, ese mismo pueblo experimentó un Corán de Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, que es puro en su árabe, sin precedentes en su elocuencia, pero misteriosamente independiente de la poesía y la prosa que los árabes conocían y dominaban. Los orgullosos árabes no pudieron explicar cómo fueron incapaces de superar el reto de producir un solo capítulo con apenas características literarias “similares” a las coránicas, de acuerdo a sus propios jueces parciales, cuando el capítulo más corto del Corán apenas contiene diez palabras [108:1-3], siendo que ellos eran los maestros del árabe, y siendo que Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, les trajo más de 6.000 versículos de él. Pero eso no fue todo, lo que les dio el golpe fatal a los oponentes del Profeta en este enfrentamiento, sin dejar la menor duda, fue el hecho de que él era analfabeto, para empezar. Como dice Al-lah: {Tú no sabías leer ningún tipo de escritura cuando te fue revelado [el Corán], ni tampoco escribir con tu diestra, porque de haber sido así hubieran podido sembrar dudas los que inventan mentiras} [Corán 29:48]. Este era un enigma absoluto, uno que obligó a los detractores del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, a conformarse con acusarlo de ser un mago [74:24], reconociendo así, sin darse cuenta, que había algo sobrenatural con este Libro.
Algunos críticos, como Arthur J. Arberry, argumentan que, si bien el Corán es una obra maestra de la literatura, esto no significa que sea sobrenatural. Afirma que toda civilización tiene sus obras literarias inigualables, como los Sonetos de Shakespeare en inglés, El Quijote de Cervantes en español, y La Ilíada de Homero en griego, y que el Corán no es distinto. Sin embargo, esta comparación pasa por alto una miríada de diferencias enormemente consecuentes entre el Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, y, por ejemplo Shakespeare[5]:
- A diferencia del Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, Shakespeare aprendió el griego y el latín en la escuela, y junto con sus mentores tuvo acceso a bibliotecas que construyó para sus propios escritos.
- Shakespeare se ganó la vida como dramaturgo profesional y continuó refinando su oficio con cada nueva producción, mientras que el Profeta jamás fue conocido por haber pronunciado ni un solo dístico completo de poesía en toda su vida[6], ni le era posible retractarse de una sola palabra del Corán en aras del control de calidad, pues una vez que lo recitaba ante musulmanes y no musulmanes no había marcha atrás.
- Los sonetos fueron conocidos y utilizados durante siglos antes de Shakespeare, mientras que el Corán tiene una estructura compositiva única que se aparta de toda rúbrica de escritura o discurso jamás utilizada por los maestros poetas de Arabia.
- A diferencia de Shakespeare, cuyo estilo y vocabulario característicos impregnan todos sus escritos, el Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, trajo un Corán cuyo estilo se separa incluso de la tradición del Hadiz (las declaraciones cotidianas de Muhammad). Esto fue notado con facilidad por sus contemporáneos, pero desde entonces se han llevado a cabo más de una docena de estudios para analizar esto de manera objetiva. Estos hallazgos estadísticos han obligado a los investigadores a aceptar que hubiera sido imposible para cualquier ser humano emplear una supervisión y vigilancia tan amplia de su lenguaje durante toda una vida. Por ejemplo, ellos hallaron que el 62% de las palabras que se encuentran en Sahih Al Bujari, una colección voluminosa de hadices, no aparecen en el Corán, y que el 83% de los términos coránicos no existen en el Hadiz[7].
- Los sonetos de Shakespeare no eran uniformemente elocuentes, sino que tenían segmentos de brillo distintivo. En contraste, los árabes que se enorgullecían de su tradición de naqd (crítica literaria), un género en el que cada poesía era brutalmente examinada para identificar “elecciones poco óptimas de palabras”, jamás identificaron un solo pasaje en el Corán que pudiera ser mejorado[8].
- Shakespeare y sus compañeros jamás consideraron su trabajo como algo más allá del alcance del esfuerzo humano; no era más que el campeón, para algunos, en una arena de competidores dignos. De hecho, el profesor Hugh Craig de la Universidad de Newcastle clasificó a Shakespeare como el séptimo mejor dramaturgo de habla inglesa, detrás de Webster, Dekker, Peele, Marlowe, Jonson y Greene[9]. En contraste, el Corán avergonzó a sus negadores y los desafió a cada paso a tratar de crear algo que simplemente se pareciera a él [Corán 52:33-34]; dicho reto jamás ha sido cumplido. Dice Al-lah: {Si dudan de lo que le he revelado a Mi siervo traigan un capítulo [del Corán] similar, y recurran para ello a quienes toman por socorredores en lugar de Dios, si es verdad lo que afirman} [Corán 2:23-24].
- Shakespeare disfrutó de las libertades creativas de la narración de ficción. En cuanto al Corán, el entretenimiento no era su objetivo: abordó la teología, la filosofía y la ley, discusiones técnicas rígidas que no suelen tener un atractivo masivo. El Corán afirmó verdades existenciales complejas y enseñó una moral matizada con una notable combinación de precisión y elegancia. Deconstruyó errores prevalentes que se habían normalizado y reveló la hipocresía en su interior: todas las narrativas incómodas que no se esperaría que tuvieran una aceptación generalizada. El Corán también repite sus temas con bastante frecuencia (a fin de inculcar y reforzar su sistema de valores), otro obstáculo de elocuencia que los autores tratan de evitar para eludir la redundancia, pero que el Corán aborda con una variación artística tal que cada vez deja intacta su riqueza retórica.
- A diferencia del entretenimiento apropiado para un escenario en el Londres del siglo XVII, el Corán es un texto religioso que tuvo que resonar entre jóvenes y mayores, en la mente premoderna y la posmoderna, en la personalidad occidental y la oriental, y tanto en la persona inclinada hacia lo espiritual como en la inclinada hacia lo intelectual. Cuando analizamos el efecto del Corán sobre el vasto espectro de corazones y mentes alrededor del globo y a través de generaciones, vemos cómo continúa ganando impulso en la actualidad.
- Shakespeare tuvo décadas de deliberación para decidir qué incluir y qué omitir en sus obras. Esto contrasta con el Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, quien transmitía versículos del Corán en respuesta a preguntas no escritas de la gente. Hay 13 pasajes en el Corán que comienzan con: “Ellos te preguntan [Muhammad] acerca de… Diles…” (por ejemplo, 2:189). Además él, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, les traía a sus seguidores un Corán fresco en las condiciones más estresantes, a veces mientras sangraban por el ataque o lloraban por sus familiares asesinados, específicamente en relación con los eventos que acababan de ocurrir. ¿Acaso tales “producciones” espontáneas del Corán no necesitaban una disparidad de elocuencia entre ellas y las escritas bajo la serena luz de las velas, después de que los acontecimientos se hubieran desarrollado y las reacciones iniciales se hubieran calmado?
- Shakespeare escribió sus obras de manera lineal, construyéndolas desde cero como lo haría cualquier autor, y fue libre de decidir desde el principio cómo comenzaría y terminaría cada drama. El Corán, sin embargo, fue “armado como un rompecabezas” a lo largo de 23 años, ya que el orden final del Corán como lo conocemos hoy no refleja la cronología en la que fue descendido, sino la ubicación designada para cada pasaje dentro de su capítulo respectivo. Esto significa que el Corán no solo exhibió una consistencia fascinante en su estructura[10], a pesar de ser hablado y no escrito, sino que de alguna manera fue diseñado con adiciones intercaladas de varios temas y longitudes, muchas de las cuales abordaron eventos externos improvisados e impredecibles, sin que esto jamás hubiera saboteado su tapiz sin costuras.
Si bien para muchas personas puede ser difícil comprender por completo cómo una obra del lenguaje puede ser milagrosa, Al Baqilani (fallecido en 1013 H.) asegura en su libro Iyaz Al Corán (La inimitabilidad del Corán), que es suficiente con considerar la reacción del primer público del Corán. En lugar de superar al hombre iletrado en lo que fue su mayor fuerte, terminando así con su religión en sus inicios con “solo” responder a su reto de producir algo similar al Corán, ellos gastaron fortunas enteras tratando de mancillar su nombre y trabajaron sin descanso para evitar que un solo versículo coránico llegara a los oídos y corazones de quienes visitaban La Meca. Ellos violaron sus propios códigos de caballería y de honor tribal (que eran una empresa masiva para los primeros árabes) a fin de someter a la hambruna a los seguidores de este Libro, torturar a quienes lo apoyaban, y finalmente emprendieron guerras e intentos de asesinato contra sus compañeros de clan[11]. Al ver fracasar sus propias palabras, se vieron empujados a usar sus espadas. No fue solo porque sus más grandes poetas, como Labid Ibn Rabi’a se fueron convirtiendo al Islam y se retiraron de la poesía, sino debido a que hacían eco en privado de que rivalizar con el Corán era evidentemente imposible para un ser humano. Cuando le pidieron a Walid Ibn Al Muguira (un enemigo acérrimo del Islam hasta su muerte) que criticara el Corán, respondió: “¿Y qué podría yo decir? No existe un solo hombre entre ustedes que esté más versado en poesía que yo, o en prosa, o incluso en los poemas de los yinn. Y por Dios, lo que él dice no se parece a ninguna de estas cosas. Por Dios, lo que afirma tiene una dulzura propia y un encanto que se cierne sobre él. Sus partes más altas (sus significados superficiales) son fructíferas, y sus profundidades brotan sin fin. Domina y no puede ser dominado, y sin duda aplastará todo lo que esté bajo él”[12].
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[1] Martin R. Zammit, A Comparative Lexical Study of Coranic Arabic (Boston: Brill, 2002), 37.
[2] Ver Ibn Khaldun, The Muqaddimah. Trad. Franz Rosenthal (Princeton: Princeton University Press, 1967). Cap. 6, Sec. 58.
[3] Ver Ibn Rashiq Al Qayrawani, Al ‘Umdah fī maḥasin ash-shi’r wa adabih (Beirut: Dar Al Jil, 1981), 1:65.
[4] Navid Kermani, “Poetry and Language” in The Blackwell Companion to the Corán (Hoboken: Wiley-Blackwell, 2009), 108.
[5] Ver Sami ‘Ameri, Barahin An-Nubuwwa (London: Takween Center, 2018), 222-28.
[6] Muṣṭafa Ṣadiq Ar-Rafi’i, I’jaz Al Qur’an wa Al Balaghah An-Nabawiyah (Beirut: Dar Al Kutub Al ‘Arabi, 1973), 308.
[7] Halim Sayoud, Author Discrimination between the Holy Quran and Profeta’s Statements, Literary and Linguistic Computing. No. 4 (2012): 427-44.
[8] Siendo que los maestros del árabe no pudieron identificar una elección menos que óptima ─y mucho menos un error─ en todo el Corán, queda claro el absurdo de que críticos posteriores afirmen que el Corán tiene errores gramaticales. No solo la gramática árabe fue codificada un siglo después de que el Corán fuera revelado, sino que el método que los gramáticos siguieron para desarrollar dicha disciplina fue analizar el Corán mismo, junto con otros textos tempranos. Los patrones que identificaron se convirtieron en los “principios gramaticales” del árabe y, por ello, cada vez que los lingüistas posteriores, independientemente de su religión, notaron una inconsistencia entre el Corán y uno de dichos principios, concluyeron que el gramático anterior tuvo un descuido en su observación, no que el Corán hiciera una mala pronunciación. Los críticos de la actualidad invierten el proceso, y descartan el Corán, una obra maestra lingüística proclamada como la medida misma del lenguaje, a la luz de una evaluación falaz.
[9] Hugh Craig, Shakespeare’s Vocabulary: Myth and Reality, Shakespeare Quarterly 62. No. 1 (2011): 53-74.
[10] Sobre la simetría temática en Surat Al Baqarah, formalmente conocida como composición de anillo, el Dr. Raymond Farrin dijo: “De hecho, este capítulo exhibe una justicia maravillosa de diseño. Está arreglado de manera precisa y ajustada, como hemos visto, de acuerdo a los principios de la composición en anillo. Incluso las longitudes de sección encajan a perfección en el esquema general. Además, la estructura precisa sirve de guía, señalando los temas clave en el capítulo. Esto ocurre según la lógica del patrón, en los centros de los anillos individuales y, en particular, en el centro del capítulo entero. En el centro del capítulo, uno encuentra instrucciones para orientarse hacia La Meca, siendo esta una prueba de fe, identificando a los musulmanes como una nueva comunidad moderada (Raymond K. Farrin, Surat Al Baqarah: A Structural Analysis [Hartford, CT: Hartford Seminary, 2010], 30).
[11] Abu Bakr Al Baqillani, I’jaz Al Qurʾān (Egipto: Dar Al Ma’arif, 1997), 1:20.
[12] Muḥammad Ibn ‘Abdal-lah Al-Ḥakim, Al Mustadrak ‘ala As-Sahihayn (Beirut: Dar Al Kutub Al ‘Ilmiyah, 1990), 2:550; Al Ḥakim lo consideró auténtico según los criterios de Sahih Al Bujari.
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