El idioma árabe es el único vehículo de significado apropiado para el Libro final de Dios.
“Un Corán árabe”
Los no árabes −tanto musulmanes como no musulmanes− apenas están equipados para verificar la verdad de esta afirmación hasta que tengan un buen dominio del idioma árabe. La verdad es que sí, las complejidades de la derivabilidad gramatical altamente desarrollada, su intensa funcionalidad gramática, el diálogo dinámico interléxico (es decir, entre palabras), y la legión de características lingüísticas que no tienen equivalentes exactos en otros idiomas, son todos elementos que trabajan unidos para impartir un mensaje elaborado de forma milagrosa, que está más allá de la capacidad humana, incluso de un literato gigante −y Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, no era uno de ellos−.
Según el retórico Az-Zurqani en su libro Manahil Al Irfán fi Ulum Al Corán, “los matices de significado que pueden parecer secundarios en el análisis, en realidad son mejoras indispensables de los objetivos principales del Corán como libro de orientación. Todos ellos convergen en transmitir un Mensaje milagroso y divinamente elocuente que es demasiado elevado para abarcarlo por completo, y mucho menos para reproducirlo o traducirlo a otro idioma.
El propio Corán afirma esto de manera inequívoca:
- {He descendido el Corán en idioma árabe para que puedan comprender sus significados en su contexto} [Corán 12:2].
- {Si hubiera revelado el Corán en otro idioma habrían dicho [los incrédulos de entre tu pueblo]: “¿Por qué no fue explicado detalladamente en forma clara?”. ¡Qué! ¿Una revelación no árabe para un Profeta árabe? Diles: “Este Libro es guía y salud para los creyentes…”} [Corán 41:44].
En estas aleyas está implícita la idea de que el árabe fue elegido por su capacidad para incluir más detalles de lo que otros idiomas podrían haber hecho, o al menos, los detalles vitales apropiados para el sentido completo con todas sus connotaciones.
Pérdidas en la traducción
Cuando se traduce, el Corán pierde gran parte de su concisión imponente y se reduce a una narración lineal de los acontecimientos, una exposición de las doctrinas y una refutación de los argumentos de los incrédulos, con poco de la majestuosa parafernalia de la estilística del texto original árabe.
Es comprensible que los traductores decidan descartar las características que los idiomas de destino no pueden acomodar. Por lo tanto, no importa a qué idioma sea traducido el Corán, ninguna traducción puede ser llamada “Corán” propiamente, sino que es una interpretación humana del significado del Corán, de ahí la plétora de comentarios y notas al pie en que algunas traducciones son ricas.
Dichas “ayudas de lectura” a menudo intentan recuperar mensajes que tiene el texto original, pero que fueron pasados por alto en la traducción propiamente dicha.
La oración nominal del árabe
Una característica sobresaliente de la singularidad del árabe que los hispanoparlantes pueden, por fortuna, captar y apreciar, es cómo se utiliza la oración nominal (uno de los tipos básicos del árabe) para imbuir oraciones con refuerzos de significado particulares.
Entonces, ¿qué es una oración nominal, en esencia? Es una oración que comienza con un sustantivo, ya sea un nombre real o uno implícito[1], y termina con un predicado que completa el significado.
¿Acaso no es eso una oración en cualquier idioma? Bueno, no realmente. Así es como difiere el árabe:
– Una oración nominal árabe no tiene verbo alguno. Por lo tanto, es natural e idiomático que el árabe diga: El árbol – verde (sin la palabra de conexión que signifique “es”).
– El significado básico de este tipo de oraciones sin verbo es indicar permanencia e inmutabilidad del contenido de significado que se expresa, y este contenido es ayudado y modificado por el contexto[2].
Recuperar el significado perdido
El siguiente ejemplo muestra cuánto del significado se pierde cuando una aleya que tiene esta estructura de oración nominal es traducida al español. El verso 2 de la sura “La apertura” dice:
Al hamdu li (A)l-lahi rabbi (a)l alamín…
Los comentaristas y retóricos musulmanes afirman que esta estructura de oración nominal imparte los siguientes significados para esta aleya en particular:
– Para comenzar, al hamdu —que suele traducirse al español como “alabado”— significa devocional y exhaustivamente “enumerar los atributos de perfección del Alabado con el máximo amor, glorificación y elevación”[3].
La palabra al es más o menos equivalente al artículo “el/la” del español e implica todos los tipos de [alabanza].
Esta glorificación (como está expresada en una oración nominal árabe [sin verbo]) trasciende el tiempo. Tal glorificación siempre ha sido atribuible a Él (Al-lah), es verdad para Él ahora y siempre lo será para Él.
El mensaje esencial de permanencia e inmutabilidad aquí es:
– Que Dios no necesita un “hacedor” que haga esta glorificación.
– Que Su grandeza sobrepasa todos los límites de tiempo que conocemos.
Estos componentes de significado se expresan de manera sucinta en el Corán en árabe, la oración no tiene verbo, por lo tanto, no se necesita un sujeto gramatical o “hacedor”.
– La oración no es simplemente informativa (todas las alabanzas Le son debidas a Dios) en concordancia con la forma en que normalmente funcionan las oraciones nominales. En ella se sobreentiende, adicionalmente, el trasfondo suplicante de: {Todas las alabanzas son para Dios}[4].
¿Qué tanto éxito ha tenido nuestras traducciones en español?
Compara los componentes de significado mencionados arriba de la sura “La apertura” (1:2) con los siguientes ejemplo de cómo algunas traducciones de uso común han expresado esta aleya en español:
- {Alabado sea Dios, Señor de los mundos} (Bahiye Mulla Huech, El Corán, 2004).
- {Alabado sea Allah, Señor del Universo} (Abdul Qader Mouheddine y Sirhan Ali Sánchez, El Sagrado Corán, traducción de su contenido al idioma español, 2004).
- {Alabado sea Dios, creador del universo} (Ahmed Abboud y Rafael Castellanos, El Sagrado Corán, 1953).
- {Las alabanzas a Allah, Señor de los mundos} (Abdel Ghani Melara Navío, El Noble Corán comentado, 1994)
- {Todas las alabanzas son para Al’lá, el Rab de todos los mundos (o todos los universos)} (Dr. Harun-ur-Rashid Malik, Traducción en español del significado de Al-Qur’an, 2012).
- {Alabado sea Alá, Señor del universo} (Julio Cortés, El Corán, 1979).
- {Todas las alabanzas son para Dios, Señor de todo cuanto existe} (Isa García, El Corán Traducción Comentada, 2014).
Podemos observar lo siguiente acerca de estas traducciones:
– La brevedad y la concisión han desaparecido, y la aleya árabe de cuatro palabras ha sido convertida al español con muchas más palabras, paradójicamente en detrimento del significado original.
– En general, se ha agregado un verbo en tiempo presente, y esto ha hecho que la oración pierda su sentido de permanencia, informada por su ausencia de verbo en árabe. El verbo es indispensable para una oración en español, pero al usarlo se ha estropeado el significado árabe y restringido el alcance de la alabanza al tiempo presente.
– Las traducciones que han vinculado el significado únicamente al presente, han perdido el componente de significado de súplica, así como el de permanencia. Además, aquellos que han optado por el uso del verbo en subjuntivo (como Cortés y otros) han preferido por el componente de súplica del significado, pero al hacerlo han descartado el significado de informarnos que las alabanzas son para Dios (Le son debidas). Simplemente, los traductores no pueden mantener ambos significados.
– El sentido exhaustivo de alabanza que implica al en al hamdu se pierde en algunas traducciones, y solo se expresa a través de anotaciones que agregan palabras adicionales como “todas” en otras. Esta pérdida contrasta con la aleya árabe, donde su sentido de “plenitud” se expresa de manera concisa a través del artículo definido que viene de forma natural antes de los sustantivos. El árabe al es aproximadamente el/la del español, pero si uno dice “la alabanza es para Dios” eso no significa la plenitud de la alabanza.
Además, no se debe asumir que la economía de sintaxis y la abundancia de significado como se ha explicado, son las únicas características que hacen del árabe algo único y aparte, ni son los únicos rasgos que los traductores no pueden incluir en sus idiomas objetivo. Estos son apenas algunos ejemplos entre otros incontables que trabajan al unísono para impartir el mensaje de Dios.
En la segunda parte continuaremos, in sha Al-lah, nuestra exploración sobre cómo las características del idioma árabe lo hacen perfecto para transmitir el Libro final de Dios.
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[1] A. Abu Al-Makarim, Nominal Sentences, 2007, 17.
[2] Abu Al Baqa Al Kafawi, Al-Kulliyyat, 1998, 814.
[3] Ibn Al Qaiem Al Jawziyah, Badai Al Fawaid.
[4] At-Tahir Ibn Ashur, Al Tahrir wa Al Tanwir. 1, 154-156.
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