VII. Punto muerto sobre la divinidad
En el Corán y en los dichos canónicos del Profeta, Al Masih es el Ungido del Señor, un galardón conferido de manera única a Jesús (la paz sea con él). El Islam rinde homenaje especial a Jesús, pero no de manera que satisfaga los requisitos teológicos y eclesiales altamente ambiciosos de la cristología ortodoxa. Para los cristianos, el Jesús musulmán es una figura aburrida y predecible, un mero Profeta, de los cuales hay una legión en la Biblia y en el Corán. Se asemejaría a la figura inofensiva del Jesús cultural cuyo mensaje puede entretener a los niños en Navidad y Semana Santa. Esto puede sonar como caricatura o parodia del Jesús coránico, pero el punto cristiano es que solo la versión para adultos es el verdadero Jesús, el Dios encarnado que sufrió en una cruz para asegurar la redención para el pecador Adán y todos sus descendientes. El Jesús islámico aparece como el Jesús real, pero sin los aspectos distintivos e inquietantes de su vida, naturaleza y misión.
Para los musulmanes, el Jesús cristiano es blasfemo. El caso contra la visión cristiana de Jesús está cerrado por Dios y Su Libro final. Algunos cristianos comprometidos pueden sentirse deprimidos, incluso desolados, mientras leen el veredicto del Corán sobre Jesús (la paz sea con él). Para otros, su identidad cristiana es tan vital y dinámica que sienten la necesidad urgente de considerar de forma seria y concienzuda el desafío del Islam. Algunos de los que son sinceros en su búsqueda, finalmente se convierten al Islam.
Como advierte el Corán a los musulmanes, la Gente del Libro nunca se alegrarán contigo a menos que creas lo que creen (Corán 2:120; 5:51). Del mismo modo, muchos cristianos pueden sentir que los musulmanes jamás estarán satisfechos con los cristianos hasta que cada uno de ellos se incline hacia La Meca. Los musulmanes pueden, en el mejor de los casos, saber acerca de Jesús (la paz sea con él), amarlo, honrarlo y seguir su ejemplo porque fue un siervo devoto de Dios. Los cristianos afirman encontrarse con Jesús, experimentar su gracia salvadora, conocer su voluntad y seguirlo, amarlo y adorarlo como su salvador personal. Se considera que ubicarlo en un libro atenúa su persona y distorsiona su mensaje de salvación universal.
El Corán ordena a todos los monoteístas que reconozcan a un solo Señor (Corán 3:64). Cuando los cristianos adoran a Jesucristo como su Señor, los musulmanes ven esto como una deshonra a Dios, aunque sea sin intención. El llamado del Corán a ubicar un terreno común solo puede tener éxito si las partes contendientes ven al verdadero Jesús (la paz sea con él) como un ser creado milagrosamente, designado como profeta y Mesías, el sello de los profetas de Israel, y esencialmente nada más. De lo contrario, el punto muerto cristológico se mantendrá permanentemente. Para los musulmanes, el Jesús de la fe cristiana seguirá siendo una figura divisoria cuya misión no puede proporcionar una base para una coexistencia armoniosa genuina entre los seguidores del trío semítico de las creencias reveladas. El Corán prevé que estos tres grupos se disputen frente a su Señor en el Día de la Resurrección (Corán 5:48).
VIII. Quebrando el punto muerto: La cristología de Jesús mismo
Los musulmanes están religiosamente obligados a demostrar que Jesús mismo predicó solo el monoteísmo puro. Solo ellos pueden demostrar que el Jesús musulmán fue el verdadero líder del “movimiento Jesús”. Ningún musulmán puede tomar como líder a alguien que rechaza o compromete el monoteísmo abrahámico estricto. Esta es una calificación esencial para cualquier persona que afirme ser un líder o un ejemplo para los musulmanes.
A lo largo del período del Segundo Templo en la historia judía, ningún judío (ortodoxo) pensó que el Mesías fuera nada distinto a un ser humano. Si Jesús albergaba la opinión judía predominante, habría visto su papel como el de un revolucionario, un Profeta celoso y un mesías humano que liberaría a los judíos de la esclavitud política de las naciones gentiles.
La tradición cristiana ha otorgado incontables títulos honoríficos a Jesús (la paz sea con él), quien, como Cristo, disfruta el papel de Mesías, naturalmente, pero también el de Profeta, sacerdote y rey. Según la doctrina cristiana, durante la divinamente deseada pero humanamente aceptada humillación en la Tierra, él fue un siervo bajo la ley, voluntariamente despojado de su majestad divina; en su posterior exaltación como Señor, después de la resurrección de la muerte, se levantó por encima de la ley. Dejando de lado la advertencia musulmana de que Dios jamás humillaría a su Mensajero, ¿Jesús se autoproclamó Dios o el Hijo de Dios?
La Biblia hebrea afirma que Dios no puede ser un hombre (Números 23:19; Oseas 11:9). La Unidad y Unicidad de Dios es afirmada en repetidas ocasiones (Isaías 45:21-22; Jonás 3:5-10). Los judíos piensan en Dios como Uno, sin consorte ni hijos en ningún sentido físico. La Biblia otorga la filiación divina a otros además de Jesús (la paz sea con él). Yahvé describe a Israel (Jacob) (la paz sea con él) como “Mi hijo, Mi primogénito” (Éxodo 4:22). Salomón (la paz sea con él) es el Hijo de Dios (2 Samuel 7:13-14), mientras que Lucas (3:38) llama a Adán (la paz sea con él) “el Hijo de Dios”. Los ángeles son llamados hijos de Dios (Job 1:6, 38:7), mientras se dice que todos los israelitas son hijos de Dios (Deuteronomio 14:1).
En la Biblia cristiana, las descripciones de Jesús varían desde un simple hombre (Hechos 2:22, 17:31, Juan 8.40, Timoteo 2:5) hasta “Hijo de Dios”, e Hijo celestial eterno que es igual a Dios Padre (Juan 5:18-24). Sin embargo, en general, Jesús de Nazaret es “un hombre acreditado por Dios ante ustedes (judíos) con milagros, maravillas y señales” (Hechos 2:22), simplemente un siervo de Dios (Mateo 12:18).
¿Existe algún texto cristiano bíblico que apoye la “divinidad” de Jesús? Juan 1:1 afirma que Jesús fue la palabra de Dios manifestada, una visión confirmada en parte por el Corán: el ángel le da a María la “buena nueva de una palabra proveniente de Dios” (Corán 3:35). El versículo que abre Juan se puede leer como apoyo a la divinidad de Jesús, pero solo si uno ya sostiene esa opinión por otros motivos. De lo contrario, Jesús (la paz sea con él) y Dios no eran uno en naturaleza ni en identidad, sino más bien en propósito, y se puede decir mucho de la relación de cualquier profeta con Dios.
Jesús (la paz sea con él) se unió a sus discípulos en la adoración de Dios Padre (Juan 4:23; 16:23), Lo exaltó (Juan 5:19, 30) y Le rezó toda la noche (Lucas 6:12; Hebreos 5:7). En su angustia, Jesús apeló a Dios (Mateo 27:46) y agregó que estaba ascendiendo hacia su Padre en el cielo (Juan 20:17; Apocalipsis 3:12). Sin embargo, quizás a diferencia de otros judíos, Jesús instruyó a sus seguidores a orar, de manera más íntima, a “nuestro Padre que está en el cielo” (Lucas11:2).
Los cristianos afirman que, en virtud de su conducta, Jesús reclamó divinidad implícitamente. Pero también la rechazó explícitamente por sus palabras y negó indirectamente que él fuera Dios (Mateo 19:17, Lucas 18:19). Cuando algunos de los hijos de Israel acusaron a Jesús de blasfemia, él defendió la noción de “hijos de Dios”, pero solo metafóricamente (Juan 10:33-34). Además, en Juan 10:34-36, Jesús defiende su uso de “hijo de Dios” para significar simplemente “siervo de Dios”. Al defenderse contra la acusación de blasfemia, apeló a las escrituras hebreas, donde Moisés es llamado un dios (Juan 10:33-36).
Cualquier profeta o santo puede ser idealizado y venerado como ser piadoso sin ser deificado. Se puede encontrar un espíritu proveniente de Dios en cualquier creyente verdadero (Corán 58:22). Adán y sus descendientes son criaturas con un espíritu creado por Dios dentro de ellos, pero no son divinos ni inmortales. En las Bienaventuranzas (máximas que inician con “benditos sean… los mansos, los pobres…”), Jesús (la paz sea con él) hizo llamar a los pacificadores los “hijos de Dios”, como sinónimo de “siervos de Dios”. Un hombre que sirve a Dios fielmente se hace cercano y querido para Él del mismo modo que cualquier hijo puede ser amado por su padre por la misma razón. De hecho, Pablo llama a todos los cristianos “hijos de Dios” (Gálatas 4:1-7).
Cuanto más conocemos al Jesús judío, más se parece al Jesús islámico (la paz sea con él). El estudio histórico y crítico sobre Jesús durante los últimos 100 años ha confirmado la veracidad de la imagen coránica, ya que ambos convergen en el Jesús judío. El Islam no está anexando ni colonizando al Jesús cristiano, solo está rescatando el personaje histórico de las posteriores conjeturas y dogmas de la Iglesia. Los cristianos están llamados a cambiar y a reunirse con los musulmanes en el terreno islámico, ya que todo el Corán no ha cambiado ni puede adulterarse. En contraste, es ampliamente reconocido por los eruditos bíblicos que no existe una única Biblia (hay varios cánones ya que la cristiandad jamás se ha puesto de acuerdo en un único canon), y que ningún libro bíblico de ninguno de esos cánones ha escapado a la adulteración y la manipulación. A lo largo de los siglos, los traductores, escribas y copistas fueron agregando, suprimiendo, comentando, editando y reinterpretando las escrituras, y no existen manuscritos originales que nos permitan conocer su texto verdadero. Los textos más antiguos que se conocen del Nuevo Testamento están escritos en demótico, siendo que Jesús hablaba en arameo.
Continúa en la parte 6 de 6.
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