La justicia familiar
El Sahabi An-Nu’man Ibn Bashir, que Al-lah esté complacido con él, dijo: “Mi padre me hizo un regalo. Amrah Bint Rawahah (mi madre) dijo que no estaría de acuerdo con él hasta que hiciera que el Mensajero de Al-lah fuera testigo de ello. Así que mi padre fue ante el Mensajero de Al-lah y dijo: ‘Yo di al hijo que tengo con ‘Amra Bint Rawahah un obsequio, y ella me mandó que obtenga tu testimonio en ello’. El Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, le dijo: ‘¿Has obsequiado al resto de tus hijos lo mismo?’. Él dijo: ‘No’. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, le dijo: ‘Teme, pues, a Al-lah y sé equitativo con tus hijos”. Entonces mi padre devolvió el obsequio” (Al Bujari). Otra versión dice: “El Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, le preguntó: ‘¿Tienes otros hijos aparte de él?’, a lo que respondió: ‘Sí’. Entonces el Mensajero de Al-lah preguntó: ‘¿Les has dado presentes como este a todos ellos?’; y él dijo: ‘No’. Entonces el Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: ‘Entonces no me llamen para hacer de testigo. No puedo ser testigo de una injusticia’” (Muslim).
Al-lah y Su Mensajero, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, exigen que los padres sean justos con sus hijos y dispensen un trato ecuánime a todos.
La autoridad de los padres sobre sus hijos es la más básica forma de autoridad en toda sociedad, y si es abusada, toda la sociedad sufre sus consecuencias. El favoritismo entre los hijos, el mostrar amor por el hijo favorito y no por los demás, es una gran injusticia que daña profundamente a los hijos.
La injusticia contra los hijos puede ser también castigarlos desproporcionadamente por pequeños errores, dejar de proveer educación moral y religiosa teniendo los medios para hacerlo, o privarlos de una u otra manera de una vida islámica plena.
En las sociedades como las de los Estados Unidos, por ejemplo, los padres alcohólicos o drogadictos frecuentemente ofrecen a sus hijos una infancia de abusos, horrible y con esperanzas perdidas; esto frecuentemente causa que se encaminen a una vida de crímenes y problemas psicológicos a medida que crecen. No es de extrañarse, pues, que los embriagantes de toda clase son prohibidos (Haram) en el Islam.
No deseamos desviar la discusión hacia estereotipos de Occidente o problemas familiares sobredimensionados. El consumo de alcohol siempre fue un precursor de la injusticia familiar, incluso en la sociedad árabe de tiempos del Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, y cualquier observador musulmán podrá decirles que los signos del abuso de tal embriagante están en aumento en los países de musulmanes. La realidad indiscutible es que la presencia tolerada del alcohol y las drogas narcóticas en una sociedad siempre llevan a masivos problemas de injusticia familiar. La injusticia familiar no puede ser adecuadamente eliminada sin una reforma que elimine el consumo de drogas y alcohol en la sociedad. La justicia de un progenitor para con sus hijos es testimonio de su madurez, sabiduría y sinceridad como padre. La justicia y la equidad entre los hijos unen sus corazones con amor y refuerza los lazos de afecto y confianza mutua entre los miembros de la familia. Esto también hace que los hijos a su vez muestren amor por sus padres y reconozcan sus derechos paternales.
Por otro lado, la injusticia o el favoritismo al tratar con los niños causa odio y enemistad entre ellos y desobediencia a sus padres. Esto causa rompimientos familiares, mala sangre entre los nietos y pérdida de amor, afecto, desprendimiento y cooperación entre ellos. El trato justo al relacionarse con los familiares es la primera orden del Corán sobre la familia, y este debe enfocarse en su educación religiosa y moral para darles medios de salvarse y a sus familias del fuego del Infierno, cuyo combustible son los seres humanos y las rocas.
Uno ve este imperativo de justicia familiar en la orden divina dirigida a los hombres para regular la poligamia lícita. Según el Corán, un hombre podría casarse con más de una mujer, hasta cuatro, pero solo si es capaz de tratarlas con cariño, justicia y ecuanimidad, y esto incluye también a sus hijos. Entonces, Al-lah hizo de la habilidad para actuar con equidad entre las esposas un requisito para el matrimonio polígamo; de otra manera, uno no puede tomar una segunda esposa. Al-lah dice: {… cásense con otras mujeres que les gusten: dos, tres o cuatro. Pero si temen no ser justos, cásense con una sola o con una
esclava, porque es lo mejor para evitar cometer alguna injusticia} [Corán 4:3]. Entonces, si un hombre no va a cumplir con esto o duda de su habilidad para hacerlo, tendrá prohibido, en este caso, casarse con más de una esposa.
El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Cuando un hombre tiene dos esposas y se inclina más por una de ellas, llegará el Día del Juicio arrastrando un lado de su cuerpo”. Otra narración dice: “Llegará al Día del Juicio con uno de sus lados más bajo y colgando” (At-Tirmidhi, Abu Dawud e Ibn Mayah).
La justicia absoluta entre las esposas en todos los asuntos es, sin embargo, imposible de lograr. Uno debe observar la equidad dentro del límite de las posibilidades. La inclinación emocional y la parcialidad en el amor van más allá de las posibilidades de uno y ocurrirá contra nuestra propia voluntad. Por eso Al-lah dice: {No podrán ser [completamente] equitativos con sus esposas por mucho que lo intenten. Pero no por eso vulneren los derechos [de una de ellas] dejándola como abandonada…} [Corán 4:129].
El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, era la más justa de las personas, y en ese sentido trataba a sus esposas con la mayor equidad en todas las cosas visibles lo más que podía. No favorecía a una en detrimento de las otras, ni viajaba con una y no con las otras. Sin embargo, amaba más a ‘Aisha, que Al-lah esté complacido con ella, y ella ocupaba un lugar especial en su corazón. ‘Aisha dijo: “El Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, solía dividir su tiempo entre sus esposas de forma justa, y decía: ‘¡Al-lah! Esta es mi división en lo que puedo; así que no me culpes respecto a lo que no puedo (su amor)” (Abu Dawud).
Así también debe ser con nuestras familias, debemos dividir de modo ecuánime las cosas dentro de nuestras posibilidades, tratando a todos con el máximo de cariño, misericordia y favor. Esta es la justicia en la familia y conlleva la Sakinah o tranquilidad en el hogar. Y la paz es el resultado natural de la justicia en todas sus dimensiones.
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